Un restaurant, cuinant amb espelmes el dia de l'apagada genera. Autor: ACN.

‘El apagón de la solidaridad’, por Josep Asensio

“El lunes no solo volvimos por unas horas a una civilización sin electricidad. El apagón nos hizo experimentar, también, un breve regreso a un mundo donde no existía la desinformación digital […]. Durante unas horas confiamos en los medios tradicionales y en los expertos, vimos que sus predicciones se iban cumpliendo, hicimos caso a nuestros propios ojos y sustituimos la dopamina de las redes por la dopamina del contacto social. Dudo que existan precedentes de un experimento social y comunicativo parecido, que abarque países enteros”.

Delia Rodríguez, periodista

Han pasado casi tres semanas del apagón que nos sorprendió a todos. A mí, en Barcelona, segundos después de salir de un parking y observar que los semáforos no funcionaban. Confieso que me asusté bastante, básicamente porque se me ocurrió mirar un momento el móvil y leer dos mensajes apocalípticos. En uno me informaba de un “apagón mundial”. La segunda palabra me sobresaltó más que la primera, puesto que el alcance podía presagiar algo muy grave. El segundo me preguntaba que si a mí también me habían abducido los extraterrestres. Flipé, claro está. Imaginé una invasión, cómo no, y miré al cielo.

No obstante, al circular por Barcelona no daba una impresión de catástrofe generalizada. Los viandantes se congregaban ante los pasos de cebra y esperaban a ser un grupo más o menos considerable para obligar a parar a los coches que transitaban por la Gran Vía de les Corts Catalanes. Todo muy tranquilo; excepto cuando llamé a casa para saber qué pasaba. Sin respuesta.

Apagada, o apagón, general, el 28 d'abril de 2025. Autor: D.Jiménez.
Un comercio de Sabadell, sin luz, el 28 de abril de 2025. Autor: D.J.

Por el camino hacia Sabadell mi mente iba a mil. No sabía qué encontraría, aunque la tranquilidad de la conducción de todos los vehículos hizo que me olvidara de ese ataque alienígena que se dibujó en mi mente en los primeros compases de la historia.

Al final, nada demasiado extraño. El ascensor que no funcionaba, sin luz en casa y a esperar a tener alguna información que, en mi caso, como en el de mucha gente, se trasladó al socorrido transistor que languidecía en un cajón desde hacía años, básicamente porque era un walkman, de esos en los que introducías una cassette y te lo podías llevar a cualquier parte. Preocupaciones, las normales; cuánto tiempo iba a durar ese apagón, qué hacer con lo de la nevera, mirar si teníamos más pilas, intentar comunicar con la familia…

Por la tarde salí a dar una vuelta. Me llamó la atención la cantidad de gente en las terrazas de los bares tomando bebidas ya no tan frías. El café, totalmente inexistente. Algún establecimiento que utilizaba gas en su cocina hizo su agosto. No hay mal que por bien no venga. Una normalidad casi alarmante. La gente tenía el convencimiento de que no iba a durar mucho, como así fue.

No voy a mencionar a los políticos carroñeros de siempre que aprovechan cualquier situación para cargar contra el gobierno. No merecen ni una línea más de mi relato. Esperaban el caos total, creo que hasta lo deseaban. Para ellos todo vale para acabar con los que nos gobiernan. Cuanto peor, mejor. Ese es su pensamiento.

Por el contrario, es indispensable resaltar el enorme potencial de la ciudadanía que, ante una adversidad, se crece, se hace fuerte. Lo hemos visto en otras ocasiones, especialmente en la DANA que asoló los pueblos y ciudades alrededor de Valencia, y ahora, una vez más, multitud de ejemplos corroboran lo que estoy diciendo. Gentes de pueblos diversos que se acercaban a las vías donde había un tren parado ofreciendo comida, agua, mantas, colchones y ayuda de todo tipo; polideportivos que se abrían a los que tenían que pasar la noche en una ciudad porque no podían volver a la suya; taxistas que aceptaban llevar a ciudadanos a sus casas, aunque no tuvieran dinero en efectivo para pagar…

Aunque parezca mentira, volvemos a sorprendernos de la humanidad existente en este mundo donde da la impresión de que todo, absolutamente todo, es horror y muerte. Esa pizca de solidaridad que fluye en los momentos críticos es lo que hace que todavía mantengamos la esperanza en la raza humana, a pesar del odio, de la venganza y de la incultura de mucha gente que valora mucho más el color de la piel, la manera de vestir o la lengua por encima del ser. Lo sucedido el pasado 28 de abril puede parecer una mera anécdota, pero tiene mucha más importancia de la que creemos. El conocimiento de hechos solidarios en momentos de crisis nos sorprende porque no son noticiables o lo son en ocasiones muy puntuales. Diríase que son fortuitos o fruto de la casualidad, como si los participantes en esos actos fueran poco menos que excéntricos o extravagantes.

Pero empezar a repartir los bocadillos o la bebida que una persona guarda para su viaje entre los otros viajeros del compartimento del tren no tendría que ser nada excepcional. Es más, pertenece a la esencia más íntima del ser humano. No es filosofía. Es una empatía que tenemos la mayoría de nosotros y que debemos transmitir a los que todavía creen que se pueden salvar solos.

Confieso a mis lectores que escribo todo esto porque me lo han pedido algunos de ellos. No sé qué más puedo aportar. Quizás que, después de lo ocurrido, se me olvidó el apagón, sus causas y sus consecuencias. También el lío que montan esos buitres que desean que todo vaya mal. En definitiva, logré de alguna manera borrar de mi mente un fin del mundo inmediato donde se hace realidad aquella frase de Plauto, “el hombre es un lobo para el hombre”.

No sabemos lo que nos vendrá más adelante. Hay quien cree que este apagón es una prueba de uno mucho más destructivo que llegará en algún momento. Por eso lo del kit de emergencia. De momento, vamos sobreviviendo y eso es, no lo dudo, a la capacidad de resiliencia y de solidaridad de la humanidad, de la mayoría. Seguramente esta semana tengan más valor las palabras de Pepe Mujica: “El progreso de la condición humana requiere, inapelablemente, que exista gente que se sienta, en el fondo, feliz en gastar su vida al servicio del progreso humano”. Ahí estamos.

Foto portada: un restaurant, cuinant amb espelmes el dia de l’apagada genera. Autor: ACN.

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