Va a ser tan rápido que ni nos vamos a enterar. El viernes ya se expuso en las diferentes comisiones y el miércoles que viene ya se vota en el pleno. Un gol, un auténtico golazo, una subida espectacular de impuestos que van a ser importantes en el IBI y en la Tasa de Residuos. Muchos se van a enterar cuando les llegue el cargo en el banco, porque, como es habitual, no hay explicaciones a la ciudadanía más allá del típico comunicado o explicación políticamente correcta.
Dicen los de arriba que falta dinero y, claro, el contribuyente siempre es la solución para asfixiarlo, porque, saben con certeza que las protestas no van a ir más allá de unos comentarios en casa o en el bar; porque saben que la capacidad de movilización de partidos políticos y entidades vecinales es bastante limitada; porque saben que desde hace muchos años nos cerramos en nuestros universos, y que, a pesar de ser uno de los países más solidarios del mundo en temas como la donación de órganos o cuando hay catástrofes humanitarias, eso de salir a las calles a protestar cuando nos tocan el bolsillo, cuesta un poco. Parece que nos movilizamos más cuando nos tocan la bandera. Unos dicen que es porque tenemos dinero, porque no nos falta, que eso de la crisis es pura demagogia, que no hay pobres, que la gente, por lo menos sobrevive, que ya es algo. Será por eso.
Y me parece poco menos que sorprendente que Sabadell, con un bagaje histórico de luchas sociales, de una huelga del metal en 1976 que se convirtió en un símbolo en toda España, de manifestaciones en defensa de los trabajadores, de sus condiciones laborales, haya caído en ese egoísmo, en esa apatía que va haciéndose cada vez más grande. Y eso que este aumento tan enorme de esos tributos nos va a afectar a todos y a todas. No es como el impuesto de circulación o el vado que solo lo pagan los que lo tienen. Esto es un tsunami que va a llegar a todas las viviendas de Sabadell, justo cuando la inflación está por las nubes, justo cuando muchas familias se las ven y se las desean para llegar a final de mes. Y lo peor, que no se va a tener en cuenta situaciones de vulnerabilidad. Ya no importa; todos somos iguales.
Y, aun reconociendo que puede haber un déficit en el tema de la recogida y reciclaje de residuos, no me cabe en la cabeza que subir las tasas sea lo mejor. Primero porque de esa manera mucha gente puede dejar de reciclar, a modo de protesta, una acción claramente insolidaria, pero que, ante la perspectiva de un atraco de este tipo, el ciudadano, indefenso, incapaz de comunicar a la administración su rechazo, se toma la justicia por su mano, una justicia que hace daño a todos porque, además, se entra en una espiral, en un bucle, que puede hacer aumentar aún más el precio del servicio. No lo critico; cada uno es libre de actuar en consecuencia, porque, en el fondo, este aumento es muy difícil de entender. Vayamos por partes.
Hace justo dos años escribí el artículo Sabadell y sus silencios: algo más que una triste resignación en el que, lo reconozco, fui bastante duro. Porque no sé si se acuerdan de que por aquellas fechas también hubo otra subida de impuestos, más ligera, vamos a llamarlo así, de un 3,7 % más o menos. Pero es fácil olvidarse, claro… Allí exponía especialmente el silencio de entidades vecinales, de la propia Federación, de su presidente, o sea, básicamente, de todos los que dicen “defender a los ciudadanos de Sabadell”. No voy a entrar en ese tema. Me parece que es tan evidente que están todos secuestrados, como lo demuestra ese silencio, que no hay nada más que añadir.
En esta ocasión, el aumento va a ser de un 15 por ciento más o menos, el recibo del IBI, unos 60 euros anuales de media y el de la Tasa de residuos, unos 12. Pero la casuística puede hacer que algunos contribuyentes lo puedan ver aumentado en mucho más de ese 15 por ciento. Hay prisa en que salga a delante, en que no haya margen de maniobra de nadie, si es que alguien pensó alguna vez en hacer algo, no sé una concentración, manifestar al menos algo de discrepancia…
Y me acuerdo nuevamente de aquella movilización de las asociaciones de vecinos en contra de la subida del recibo del agua en 1985. Unas 15.000 viviendas dejaron de pagar para poder forzar a la empresa a negociar. Y tuvo éxito. Porque, además, estuvo bien hecho. El dinero del recibo se ingresaba en una cuenta puesta a disposición por la propia FAV a la espera de saber cómo acababa todo. Y me acuerdo porque, en las actuales circunstancias, es imposible que aquello se pueda repetir, por lo ya expuesto anteriormente, por esa omisión deliberada de las asociaciones, por esa dejadez y desinterés que les/nos acompaña.
Y esos de arriba se frotan las manos, porque nadie es capaz de ofrecer salidas, y si las tiene, son rápidamente rechazadas. Hace unos años, se incentivaba el reciclaje ofreciendo a los consejos de distrito un dinero para poder gastarlo en necesidades de los barrios a través de los presupuestos participativos. El sector que más reciclaba, más dinero podía gestionar. Era toda una mentira, porque esos organismos estaban copados por gente afín al poder y los proyectos venían desde arriba, nunca desde abajo. Pero, en el fondo, nos creímos que podía ser bueno para nuestros entornos.
Lo peor de todo, es que, además, todo coincide en el tiempo con dos hechos que deberían irritar mucho a los ciudadanos. Por una parte, la obsesión por la recompra de un edificio, el del Museu del Gas. Ya se empieza a poner cifra a ese empeño, unos tres millones de euros que, naturalmente, van a salir del contribuyente sabadellense. Y, por si esto ya fuera poco escándalo, la entrada de los concejales de Junts en el gobierno de Marta Farrés, ciento veinte mil euros más de gasto al año, lo que supone casi un millón de euros al año en sueldos y desembolsos varios de los concejales. Y, con toda probabilidad, las nóminas de comisionados que se acercan a los cincuenta mil anuales. ¿Qué ciudadano va a entender este despilfarro cuando se le está pidiendo que se apriete (aún más) el cinturón? ¿Nos vamos a quedar sentados en el sofá?