Foto portada: un supermercat, en una imatge d'arxiu. Autor: ACN.

‘La incertidumbre de lo imprevisto’, por Josep Asensio

“Seis meses después [del inicio de la guerra de Ucrania] el panorama es realmente trágico. Primero porque entre ofensivas, contraofensivas, previsibles reacciones, las muertes, las personas desplazadas, las que son forzadas a ir a la guerra contra su voluntad, las que son reprimidas por protestar, no paran de crecer. Y segundo, porque la propia Europa, que se fundó con el objetivo declarado de buscar la paz después de dos terribles guerras mundiales, está haciendo poco y nada para parar este despropósito”.

Gerardo Pisarello, diputado de En Comú Podem

Todos los analistas coinciden en afirmar que este verano, además de ser de los más cálidos desde que se tienen registros, ha constituido un carpe diem total, un despiporre sublime, un aprovechamiento quizás estúpido, quizás necesario, que no deja de esconder un espanto a lo que se nos viene encima a partir de ahora. No sé si creerme eso que se repite tanto de que los españoles hemos ahorrado durante la pandemia y ahora, este verano, hemos aprovechado para gastarlo. Desgraciadamente, las noticias detentan tal grado de manipulación, que me parece obsceno asegurar que hemos tirado la casa por la ventana cuando los precios de absolutamente todo han aumentado de manera también obscena y la inflación está disparada.

Por eso mi análisis es el de una persona que se siente engañada, que observa como los grandes empresarios, los lobbies, la gran banca y personajes siniestros que se esconden bajo paraguas diversos, hacen todo lo posible para mantener a raya a la mayoría de la población, destrozando cualquier intento del gobierno para ayudarla. Y ahí vuelve a estar Josep Borrell para alentar la guerra como “solución”. El ‘jefe de la diplomacia europea’ afirmando que las guerras se ganan con las armas. Menuda incongruencia. En contraposición, el magnífico discurso del diputado Gerardo Pisarello de esta semana en la que criticaba el papel del propio Borrell y el de Europa y donde ponía de manifiesto las peticiones de alto el fuego y de una solución negociada solicitada por otros líderes mundiales como el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres o el Papa de Roma.

Así pues, el aumento del salario mínimo, ya ha sido aniquilado mediante una subida de precios que no se había visto en décadas; exactamente lo mismo con la bonificación de veinte céntimos en las gasolinas, que las petroleras se han encargado de suprimir incrementando los precios. Es más, la bajada que se está produciendo en estas últimas semanas, no revierte en el consumidor o de manera muy reducida, lo que muestra y demuestra que los ricos siguen queriendo exprimirnos a los demás, acentuando ese egoísmo y esa avaricia que llevan implícitos y en su sangre. Eso de arrimar el hombro no va con ellos.

El optimismo no es posible. La ministra de Defensa, Margarita Robles, ha sido la más sincera. En vez de ocultarnos la verdad, ha preferido advertirnos de que “nos enfrentamos a un invierno durísimo y con mucho sufrimiento”. Y va a ser así a pesar de que desde otras instancias gubernamentales intenten calmarnos diciéndonos que no va a haber cortes en los suministros. ¿Se acuerdan de cuando nos dijeron que el Covid no iba a llegar a España?

Quizás lo que más me sorprende es esa capacidad de resignación de los españoles, en consonancia con los europeos, en eso nos parecemos como dos gotas de agua. Escucho a empresarios que confiesan que están pagando recibos de electricidad imposibles para poder mantener sus negocios. Grandes y pequeñas industrias necesitan el gas para calentar hornos y poder seguir fabricando sus productos. Me sobresaltó especialmente uno que creo que era del sector textil, cuya factura se había multiplicado por cinco. Pero es que esta crisis es a tan gran escala que, hasta los productores de miel, por poner otro ejemplo, no pueden asumir los costes de los envases de vidrio porque estos, también, han pasado a ser un producto carísimo. Lo mismo ocurre con los productores de leche, que se ven obligados a sacrificar sus vacas porque están trabajando a pérdidas.

Y mientras, un tal Zelenski promete convertir Crimea en un paraíso, pidiendo más armas a una Europa en decadencia y que es ciega de su propia ineficacia, absorbida por los designios del imperialismo americano. Lo que és todavía más grave es esa unión demoniaca entre lo militar y lo industrial en lo que se ha convertido la OTAN. Es una completa indecencia observar cómo los medios de comunicación nos lavan el cerebro asegurando que esta guerra es necesaria porque está en juego la democracia, que la victoria de Ucrania es la de la democracia en sí misma, cuando estamos percibiendo un dolor en toda Europa en forma de falta de suministros, en la caída de los mercados, en la devaluación del euro, en los bolsillos de los contribuyentes.

Porque, como he leí hace unos días en Facebook, “la guerra de Ucrania no la está ganando ni Putin ni Zelenski. La están ganando las grandes empresas de armamento de EEUU, las petroleras, gasistas, eléctricas y las grandes distribuidoras de alimentos y materias primas; y la estamos perdiendo todos nosotros que pagamos esta demencia”.

Y no somos conscientes de que Rusia ha abierto un mercado hacia Oriente e incluso hacia Sudamérica que impide que las sanciones impuestas por Europa surtan efecto. Porque los damnificados por esta guerra somos nosotros. ¿De verdad creen a estas alturas que esta guerra va contra los rusos? ¡Pero si que todos los indicadores subrayan que está afectando mínimamente a ese país, que hasta el rublo se ha beneficiado y los bancos rusos han podido subir los tipos de interés! ¿Qué queda de la promesa de EEUU a Gorbachov en el sentido de que la OTAN no avanzaría “ni una pulgada” hacia el este si una unificada Alemania permanecía en la Alianza Atlántica? ¿Acaso el inicio de esa guerra no está relacionado con el incumplimiento de esta?

No puedo comprender, pues, cómo los gobiernos europeos han sido capaces de emprender estrategias que perjudican gravemente a sus ciudadanos. Por más que nos digan que Putin es el malo, nos percatamos día tras día que nuestro poder adquisitivo mengua (porque el poder democrático ya está muerto desde hace tiempo), que la crisis económica se va a convertir en una recesión de proporciones nunca vistas. Repetiré mil veces que esta guerra-trampa es una compleja maniobra de los poderosos para empobrecernos, para aniquilar de una vez las ansias de bienestar de Europa. Lo peor es que si alguien se atreve a decirlo es salvajemente señalado como traidor, como pro Putin, como prorruso. ¡Pero si hasta el Papa dijo hace unas semanas que en esta guerra no hay ni buenos ni malos!

Siento de alguna manera que la rentrée se inicie con tanto pesimismo, pero no nos beneficia nada esa ceguera de pensamiento, esa cerrazón de mente, esa resignación que logra que nos encerremos en nuestro mundo. Eso solamente logra la inacción, una inercia desalentadora que ya le va bien a los que quieren hundirnos en la miseria. Incomprensiblemente, estamos pagando las facturas que llegan cuando sabemos que nos están robando. Más increíble resulta que ni en Francia ni en Alemania, donde no tienen esa ridícula ‘excepción ibérica’, no salga a la calle la gente. ¿Qué está pasando?

A veces me siento un poco solo en mis pensamientos, hasta ridículo. Pienso que la mayoría me pueda mirar como a un bicho raro y me pide que calle y que haga como todos. No obstante, algo me pide que reaccione o, como menos, que sea capaz de seguir opinando. Sé que no tengo la verdad absoluta, pero, ¿de verdad creen que pagando sin rechistar vamos a conseguir algo? ¿Y si dejamos de pagar las facturas de la luz y del gas? Si sabemos que el precio que pagamos es desorbitado y no se ajusta a la realidad, ¿por qué no reaccionamos? El invierno va a ser duro, la guerra no tiene un final inmediato, las mentiras se acumulan, los poderosos aplauden nuestra sumisión y no se atisban pacificadores del conflicto porque han sido aniquilados. Nuestra paralización es su vitamina. Abróchense los cinturones.

Foto portada: un supermercat, en una imatge d’arxiu. Autor: ACN.

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