Mirada triste, seria. A pesar de todo, la resiliencia, la esperanza, la necesidad de pensar en la vida rodeado de muerte y de destrucción. Mohammad Sabaaneh es un dibujante palestino reconocido a nivel mundial. La semana pasada presentó su tercer libro en Barcelona, 30 segundos en Gaza, una recopilación de dibujos a partir de vídeos que los propios palestinos cuelgan en redes para que el mundo sepa que los están matando. Muchos de ellos desaparecen a los pocos días, los vídeos y los palestinos. Graban y graban y los lanzan al mundo, con la esperanza de que nadie los olvide, con el objetivo de que tarde o temprano alguien haga algo. Hace unos días RTVE se hizo eco de este libro en las noticias con este vídeo en el que puede observarse el desarrollo de la viñeta hasta el final.
Sabaaneh nos muestra con humildad su pequeña contribución a la visualización de esos asesinatos en un blanco y negro desgarrador, donde surge levemente algún color, donde el trazo rectilíneo muestra también esa violencia del dolor. Destacan esas miradas de donde surgen lágrimas y más lágrimas, fundidas con tanques, bombas y destrucción. Una angustia inconmensurable de padres, madres, niños y niñas que no entienden nada, que preguntan por sus seres queridos después de un bombardeo de donde salen ensangrentados y llenos de polvo. Y niños, muchos niños que antes hemos visto en vídeos y que muchos de nosotros reconocemos, como aquel asustado después de un bombardeo y que un médico abraza para consolarlo. ¿Cuàl será su nombre? Nos preguntamos una y otra vez si solo quedarán vivos para siempre en los dibujos de Sabaaneh, que nos recuerdan a los de Picasso. De hecho, un cuadro suyo, basado en el Guernica, se exhibe en los pasillos de las Naciones Unidas, un encargo que se le hizo con motivo del 75 aniversario de la Nakba, la expulsión y la masacre del pueblo palestino en 1948, como consecuencia del nacimiento del estado de Israel. Su instagram es un reflejo potente contra esa ocupación. Sus trazos no pueden dejar de sorprendernos, de llegar a lo más hondo de nuestro corazón.
En Barcelona no somos muchos los que nos hemos acercado a acompañarle en la presentación de su libro, traducido, además de al español, al italiano y al francés. Habla pausadamente, recordando, recordándonos, que el genocidio no comenzó el 7 de octubre de 2023, explicándonos el plan del sionismo para robar y matar, para apropiarse de unas tierras que nunca fueron suyas, que no van a parar hasta que se lo queden todo. Alude a los casi 200 periodistas asesinados en Gaza desde hace un año, pero insiste en que hay muchos más acribillados a balazos por las fuerzas militares en décadas de ocupación. Tiene un recuerdo especial para Shirin Abu Akleh, que cubrió durante más de 20 años el conflicto palestino-israelí y que fue asesinada el 11 de mayo de 2022. Y nos propone que nos preguntemos por qué Israel nunca ha cumplido ninguna de las resoluciones de la ONU en casi 80 años. Nunca, nunca. Ahora, hasta se atreven a atacar a las fuerzas de Paz de las Naciones Unidas.
El silencio es estremecedor en una sala pequeña en la que se encogen los corazones. Muy probablemente todo lo que nos explica ya lo sabemos, pero nos seguimos emocionando, seguimos llorando por dentro y por fuera cuando es un palestino como Sabaaneh el que nos lo explica. Su paso por la cárcel, sus amigos asesinados, la vida diaria en Cisjordania, la cárcel a cielo abierto, las humillaciones, las detenciones administrativas sin juicios, a la espera de la nada. Y más muertes. No intenta convencer a nadie. Explica una realidad que el sionismo quiere acallar con las bombas, con informaciones falsas, con la manipulación de su propio pueblo. En un momento determinado nos explica que la persecución es el objetivo del sionismo. Buscan y rebuscan en la vida de cualquier sospechoso con la intención de encontrar algo que los incrimine, que los pueda meter en la cárcel. Poco importa si son menores. Si no encuentran nada, se lo inventan. Llevan así décadas. Ellos y sus seguidores.
No obstante, la esperanza y la vida, resurgen de entre las ruinas y la devastación. Los campos de refugiados son una simbiosis de muerte y vida. Se entierra a los muertos con la misma celeridad que se plantan semillas para poder subsistir. Se duerme poco, pero se cogen las fuerzas necesarias para seguir adelante. Porque el pueblo palestino es resiliente, con un poder de superación y una fortaleza que impacta. “La sangre en las calles de Gaza no puede borrarse de nuestra memoria”, asegura Sabaaneh. Es necesario preservar las pruebas de este genocidio cometido por Israel. Matarán a las gentes, pero no sus memorias, que son las nuestras. Sabaaneh agradece la labor de periodistas y ciudadanos del mundo que, a pesar de la inacción de sus gobiernos, siguen denunciando estas atrocidades. Cualquier acción, por pequeña que sea, es importante para desenmascarar a los asesinos.
En el turno de palabras, yo mismo le transmito ese sentimiento. No están solos. Somos muchos los que no nos vamos a callar, los que, desde donde podamos, vamos a denunciar estos crímenes de guerra, esa salvajada que tiene nombres y apellidos. Lo sabe y lo agradece con una sonrisa. Nadie va a acabar con ellos. Hay esperanza. Es lo que queda y lo que les hace fuertes. Cada día más. Le preguntan por la actitud de los ciudadanos israelíes. No duda. Han votado el terror y la guerra, son cómplices del genocidio. Finalmente, arremete duramente contra la prensa que tergiversa el lenguaje llamando asesinos a los que estuvieron detrás de los hechos de hace un año y asesinados a las víctimas, mientras que los que mueren en Gaza son simplemente eso, muertos.
30 segundos en Gaza es una visión que va a doler y mucho. A pesar de todo, es necesaria. Mirar hacia otro lado en esta limpieza étnica nos convierte en cómplices. Obviarla es tanto como creer que nunca nos va a tocar a nosotros una cosa así. Un error de cálculo y de inteligencia. Mohammad Sabaaneh acaba con esa mirada transparente con la que inició su intervención. No quiere que nos vayamos tristes y firma autógrafos y se hace fotos con los asistentes a la presentación de su libro. No te vamos a olvidar, amigo. Ni a ti, ni a esos niños de tus dibujos, ni a esas personas que mueren y se levantan cada día para denunciar esa injusticia que dura ya demasiado tiempo. Todo mi apoyo, toda mi estima desde estas líneas, desde donde esté, desde donde pueda levantar la voz contra el aniquilamiento de un pueblo, de sus gentes y de su cultura. Es mi deber y así lo siento. Gracias, Mohammad. No es el final. Nunca será el final.
Foto portada: el autor, Mohammad Sabaaneh, firmando libros.