Rocío Carrasco

‘Por la senda de la mezquindad’, por Josep Asensio


He esperado unos días para decidirme a escribir sobre el asunto que ocupa las portadas de esa prensa que va bordeando miserablemente la línea del morbo, con la intención de banalizarlo todo, extraerle la parte de concienciación política que pudiera tener y convertirla en un espectáculo circense. Me refiero, como pueden imaginar, a las declaraciones de Rociito, supuestamente maltratada por su ex, un Guardia Civil expulsado del cuerpo y que, como ella, ha vivido del cuento durante muchos años.

Me entero de que este mal llamado ‘documental’ estaba grabado desde hace tiempo, quizás varios meses atrás, y que la cadena que dirige Paolo Vasile ha esperado a tener unos bajos índices de audiencia para lanzar esta bomba que ha sacudido el panorama informativo. Ya empezamos mal. Si realmente Rocío Carrasco ha padecido ese maltrato del que habla, ¿no resulta sospechoso que se guarde todo en un armario hasta que Mediaset decida emitirlo por razones de índole económica o de oportunidad mediática? ¿Qué sentido tiene hablar ahora después de más de dos décadas de supuesto maltrato, de evidente silencio? Las malas lenguas aseguran que se le está acabando la herencia que recibió de Rocío Jurado. No seré yo el que lo afirme.

¿El tema no es lo suficientemente grave como para sacarlo de manera inmediata, al minuto de ser grabado? ¿Acaso no es una muestra de cinismo y perversión esperar el momento idóneo para emitirlo mientras Antonio David seguía cobrando una pasta por machacar constantemente a su ex? ¿Qué podemos esperar de una cadena que hace apología del machismo, de la misoginia, del patriarcado y de la perpetuación de los roles de género? ¿Ya nadie se acuerda de Mujeres y hombres y viceversa y de lo que allí se expone? ¿Y La isla de las tentaciones? ¿No se trata de un producto morboso en el que se espera, babeando, quién le pone los cuernos a quién, explotando vergonzosamente el papel de la mujer objeto? ¿Se ha vuelto Telecinco de repente feminista?

Aun considerando que algún lector pueda tacharme de políticamente incorrecto, me parece a mí que la precipitación en estos casos conduce a un terreno pantanoso del que ya no se puede salir. Me sorprende que, ante este espectáculo, varias ministras y colectivos feministas se hayan puesto de parte de Rociito por el hecho de ser mujer, creyendo a pies juntillas todo su relato y denostando la acción de la justicia. Como dice mi amigo Miguel, “la prensa ya es juez y todo”. En el otro bando, y también a bombo y platillo, Mediaset se jacta de haber expulsado a Antonio David sin pruebas, y algunos de sus compañeros aplauden el gesto. ¿De verdad que un programa como Sálvame puede hacer bandera del buen periodismo cuando se nutre en general de bulos, de cotilleos y de teatralidad extrema? ¿De verdad que ahora nos vamos a creer que esos falsos periodistas a los que les salen los euros por las orejas quieren debatir sobre la violencia de género? ¿O más bien se trata de subir la audiencia gracias a un trabajo muy bien hecho de teatralidad absoluta, de lágrimas forzadas, de buenos planos, de una música de fondo que conmueve desde el primer minuto? ¿Se olvida que Rocío Carrasco no ha ido gratis a Telecinco y que se dice que va a cobrar alrededor de un millón de euros por su confesión? Flaco favor les hace a otras mujeres maltratadas que no pueden ir allí a explicar sus vivencias cobrando, aunque sea una cuarta parte. Muchas de ellas deben esconderse, se quedan en la miseria; otras mueren.

Yo aquí veo una bajeza increíble. Parece mentira de qué manera volvemos a caer en la tela de araña de Mediaset, creyéndonos que lo que allí se expone responde a unos sentimientos de solidaridad, de apoyo a los que sufren, de implicación con los problemas sociales. Muy al contrario. Todo, absolutamente todo, se rige bajo criterios de audiencia, que es lo que hace ganar dinero. Eso es lo que verdaderamente importa. Si creen que los tertulianos de Sálvame quieren visualizar un problema, el de la violencia de género, se equivocan. Bastó con ver el segundo capítulo para darse cuenta de que volvió el circo, volvieron los gritos, las opiniones en favor y en contra de uno y de otro. Antonio David era el destripado. Sus órganos fueron arrancados de cuajo y expuestos al público. No lo dejaron vivo. Era lo que tocaba en ese momento. La estrella de la función, Rocío Carrasco, seguía en su lagrimeo, quién sabe si ya con su millón de euros en su cuenta.

La banalización de este asunto es muy grave. Centrar en dos personajes que nunca han tenido ni oficio ni beneficio la problemática de la violencia de género, montando un espectáculo mediático, un melodrama perfectamente orquestado para que el público se distraiga y no piense más, es una aberración mayúscula. Otra más a las que Telecinco nos tiene acostumbrados; otra más en la que los valores importan un rábano y sí la exhibición y el exhibicionismo. También esa competición para ver quién sabe más, quién ha sido capaz de recabar alguna información que incrimine a uno o a otro. Claro que en este caso había que encontrar a aquella persona de la empresa de la limpieza o a aquel repartidor de publicidad que dijera “a mí me han dicho que un día vieron a Antonio David levantarle la mano a Rocío Carrasco”, para, automáticamente, dar la información por válida, por creíble, e iniciar de nuevo su aplastamiento, su humillación delante de toda España, sin percatarnos del montaje.

La legitimación de estas prácticas por parte de Mediaset no hace más que dañar a las instituciones públicas. La justicia queda relegada a un mero trámite y hay un interés interesado y ruin en que nos creamos lo que nos dicen unos mindundis, unos vividores, unos gorrones sacacuartos que siempre pretendieron que quedáramos embelesados ante la pantalla, ensordecidos por el griterío, por decenas de afrentas y por otras tantas ofensas hipócritas en el plató. Después, con su sonrisa sarcástica, se frotan las manos viendo sus cuentas bancarias. Miren ustedes, no me creo nada. Utilizar el entretenimiento para ganar dinero me parece correcto. Utilizar la desgracia humana, venga de donde venga, para forrarse tiene un nombre: mezquindad. Y no está muy lejos el día en que veamos a Antonio David en otro “documental” explicando su versión de los hechos. Igual, hasta ya está grabado. No me sorprendería.

Foto portada: Rocío Carrasco, durante el documental.

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