¿Qué se puede esperar de una ciudad, de unos ciudadanos, que votan mayoritariamente por una opción, por una alcaldesa que, una vez en el trono, se sube el sueldo, también los impuestos un 2 por ciento y dos años después otro 3,7 por ciento? Pues a estas alturas, ya nada ¿Es eso “tejer complicidades”? ¿Qué podemos esperar de entidades que llevan años apegadas a unos poderes que les dan de comer a cambio de su silencio? ¿No sería lo normal que alzaran al menos la voz, que llenaran los periódicos de artículos, que se personaran en los diferentes departamentos municipales, que presentaran mociones a los plenos, que recogieran firmas, que plantearan alguna movilización? Algo, qué se yo; algo que mostrara algún atisbo de dignidad; algo que recordara a los partidos políticos que no nos volvemos invisibles una vez hemos introducido el voto en la urna y hemos aceptado a regañadientes esos sueldos de escándalo mientras el salario base sube unos míseros euros y mientras más de la mitad de la población sabadellense tiene serios problemas para llegar a fin de mes.
La excusa es la de siempre. Nos la sabemos. Si queremos servicios de calidad hay que pagarlos. ¡Qué fácil es lanzar exabruptos y lemas grandilocuentes desde la poltrona, desde ese sillón que te da la posibilidad de no padecer lo más mínimo por tu ritmo de vida! Y encima, y este es otro tema al que habría que meter mano de una vez, todos estos concejales que ganan tres o cuatro veces más que la mayoría, son invitados a los actos de las entidades, mientras los socios y simpatizantes se rascan el bolsillo, y sobreviven, ellos y la asociación, como pueden. Nunca entenderé tanto servilismo, tanto esclavismo, tanta sumisión a una gente que, en gran parte, está ahí por el sueldo, no nos engañemos. Otro tema que hay que abordar y que parece que no está en mente de nadie: el de limitar la nómina de nuestros electos, para acercarlo al de la mayoría. No es lícito ni ético que un representante político gane más del doble de lo que ingresa el ciudadano al que dice representar. ¿Acaso su trabajo es tan agotador? Teniendo en cuenta, además, el pago por asistencia a plenos, dietas varias y cosas que no sabemos.
Volviendo al tema que nos ocupa, resulta decepcionante y a la vez frustrante, darse cuenta de que Sabadell está muerta. Sí, ya sé que algunos de mis lectores van a decirme que a fuerza de repetir que estamos muertos, nos lo hemos creído, lo hemos interiorizado y, consecuentemente, ya no reaccionamos. Pero, ¿qué quieren que les diga? Yo expongo lo que veo. Y lo que observo es que hay movimientos individuales, reacciones a pequeña escala que se las lleva el viento, que nadie es capaz de recoger y exponer en los organismos correspondientes. Es igual que se trate de una subida de impuestos inminente o de una propuesta de recuperación de un edificio, o de una idea para dinamizar una zona. Da igual; se opina, se dice, se escribe, y queda en el olvido pocos minutos después sin tener ninguna respuesta.
Pero eso ya le va bien al poder en general. Adormecer a las masas es ya un clásico. Tenerlas entretenidas con menudencias, incluso con grandes actos de propaganda, como si las obras de un parking en el centro con ayuda europea y nombre en inglés, por ejemplo, supusiera arreglar todos los males de una ciudad de un plumazo. Pero el caso es que la gente se lo cree. Grandes proyectos publicitarios envueltos en el marketing más provocador, lo inundan casi todo para clavarnos por detrás, no sé yo si con nocturnidad, pero con una descarada y evidente alevosía, un aumento de impuestos que no tiene razón de ser. Hasta se han convocado concentraciones “por el precio abusivo de la luz” (reacción del todo necesaria, por otra parte), ante los ayuntamientos sin que estos tengan competencias, pero ni está prevista ni se la espera una contra la indecente subida del 3,7 por ciento de los impuestos municipales en Sabadell que, si nadie lo remedia, saldrá adelante el próximo miércoles día 13 de octubre.
Y lo repetiré mil veces. Depende de nosotros el que esta puñalada no se produzca. De nadie más. El poder del ciudadano es mucho más importante de lo que se cree. Lo que pasa es que nos han acostumbrado a ir votar y aquí se acaba todo. Todavía recuerdo la movilización de las asociaciones de vecinos en contra de la subida del recibo del agua en 1985. En aquel momento se propuso dejar de pagarlo, mientras no se iniciaran negociaciones con la empresa suministradora. Miles de personas secundaron la propuesta, ingresando las facturas en una cuenta que la propia Federación de Asociaciones de Vecinos (FAV) había puesto a disposición de los ciudadanos. Se trató, muy probablemente, de la última movilización importante de una ciudad, la nuestra, que ha ido perdiendo peso en todos los ámbitos. Y esa fuerza del movimiento vecinal, plasmada, magistralmente, en el libro La història del moviment veïnal de Sabadell: 50 anys de lluita de Antonio Santamaria, se ha ido diluyendo, se ha ido disolviendo, agonizando y sucumbiendo a los designios del poder municipal, abrazando personalismos y egocentrismos exacerbados que le han impedido respirar. Son muchos los que en la intimidad reconocen que líderes que nunca lo fueron, pretenden mostrar que hacen algo y solamente desean arrimarse al poder, esperando que este les llame algún día para ocupar el sillón de la tranquilidad económica. ¿Es acertado culpar a la ausencia de cambio generacional en esas entidades de la falta de empuje para abordar las problemáticas más acuciantes de Sabadell? ¿O acaso esos personajillos han impedido ese relevo tan necesario? La historia lo dirá. No obstante, no hay que culpar solamente a ese narcisismo enfermizo de la situación de muerte real del movimiento ciudadano. A cada uno su propia responsabilidad.
Tiene gracia, quizás algo de tragedia, que sean los empresarios sabadellenses los primeros en poner el grito en el cielo por este aumento y los trabajadores sigan callados. Otra muestra de la falta de cohesión de la sociedad sabadellense, donde cada uno va a lo suyo. Y parece que en este tema ya no hay remedio.
Tengo aún la esperanza de que ese corazón ceballut no esté del todo apagado. De que en algún lugar exista alguien que le ponga un marcapasos y empiece a andar. Quizás si nos atestan este duro golpe llamado 3,7 por ciento de aumento en los impuestos, abramos los ojos, nos levantemos y digamos basta. El día 13 ¿estará la Plaça Sant Roc vacía? Me temo que sí.