“Quizá llegue un día, quizá no, en el que se pregunte a los gobiernos de Europa qué hacían mientras el Estado israelí masacraba a niños y cantaba en Eurovisión, mientras asesinaba a civiles durante 19 meses seguidos, mientras extendía su apartheid en Cisjordania y Jerusalén Este”.
Olga Rodríguez, periodista
“Imaginaros que en vez de sacar a todos esos judíos en trenes y llevárselos a los campos de concentración para exterminarlos, lo que hicieron fuera echar bombas, prohibir la entrada de ayuda humanitaria, de comida, de compresas, de lápices, de todo eso, y seguir bombardeando porque no hay opción de salir. Esto es lo que está ocurriendo en Gaza ahora mismo. Mientras un montón de gente se gastaba 0,99 para votar a Israel en Eurovisión, Israel estaba matando a centenares de personas”.
Jon Sistiaga, periodista
Soy de los que hice boicot al Festival de Eurovisión. A las nueve en punto de la noche cené algo ligero y me dispuse a ver un par de capítulos de una de las series a las que me he enganchado en el ordenador de mi despacho. Logré tan solo en parte evadirme de un evento que reúne a millones de personas y la Diva de Melody no paraba de taladrarme el cerebro, impidiendo, también en parte, que me centrara en la trama de esas secuencias que pasaban ante mí de manera instantánea. Me sentía como un bicho raro en la soledad de mi estancia. Esa semana había compartido con algunas de mis amistades mi decisión de no ver ni un solo minuto de esa amalgama de excentricidades. La mayoría me decían que no servía de nada, que disfrutara, que me riera, que pasara un buen rato, que no se podía hacer nada, que el genocidio de Israel contra el pueblo palestino estaba escrito desde hacía ya setenta y siete años, que nadie iba a arriesgar sus negocios con ese estado, que la gente moría y qué. La vida continua. No les hice caso.
Al día siguiente, multitud de mensajes llenaban mi teléfono. Austria nos había salvado de la vergüenza mundial. Israel recibió la mayoría del voto popular y los doce puntos de España. Como pueden imaginar mis lectores, no me lo podía creer. Mientras millones de personas se agolpaban ante las pantallas, muy probablemente con bocadillos, palomitas y bebidas, mientras el jolgorio era lo que tocaba, Israel continuaba asesinando a centenares de personas en Gaza, ocupando sus tierras, bombardeando los pocos centros de salud y hospitales que quedan, matando a periodistas, médicos y personal de organizaciones humanitarias. Y, aun así, Israel, con un mensaje claro en la letra de la canción que llevaba a Eurovisión (Nos quedaremos), se reía de todos nosotros. Y lo peor es que, nosotros, la mayoría, le hacíamos el juego. Ya no sé si por convicción o por miedo. El caso es que lo sucedido este año en ese festival de la no canción es muy preocupante.
Dos días después de esa canción obscena, Netanyahu ha confirmado que Israel planea conquistar toda la franja de Gaza, que la van a ocupar entera a bombazo limpio. La canción era el aperitivo, la confirmación de una acción, de un crimen contra la humanidad. Y aplausos. Ya no sé si siento pena o vergüenza.
Después de todo, algunos de esos mensajes que recibí al acabar el certamen, me conminaban a abandonar, a resignarme en la soledad de mis pensamientos, a cerrarme en mi mundo y a disfrutar de los años que me quedan de vida. También a no tomar partido, que se vivía mejor así, sin preocupaciones, haciendo caso omiso de esas imágenes de niños famélicos apostados frente a un edificio bombardeado y destruido por Israel. Mirar hacia otro lado, adoptar un perro para acariciarlo y olvidarse de todo. ‘No tomar partido es tomar partido’, les respondía a muchos de ellos. ¿Qué clase de humano sería yo si, ante una imagen perturbadora de un niño con sus piernas amputadas o ante una madre que sostiene a su bebé muerto entre sus brazos decidiera borrarla o cambiar de canal? ¿En qué nos hemos convertido cuando somos capaces de callar ante esta limpieza étnica? ¿Cómo es posible que los organismos internacionales, la UER o la UEFA, entre otros, condenen a los que defienden, defendemos, la justicia y la paz en Palestina?
Israel estará contenta con esa segunda posición en el Festival de Eurovisión de este año. Les ha salido bien ese lavado de cara ante la comunidad internacional. Han estado a punto de llevarse el máximo galardón manchado de sangre.
Pero eso a ellos les da igual. Siguen con sus planes de anexión de un territorio que nunca fue suyo, que se van quedando poco a poco, asesinando y robando. Quieren, además, que nos olvidemos de lo que pasa. Por eso matan a periodistas, fotógrafos y gente de la cultura. Por eso destruyen las escuelas, las universidades, los museos. Arrasan con todo con la creencia de que si no existe no existió nunca. Y parece que ya está calando esa idea de que Palestina es un ente ficticio. Y me duele tanta hipocresía y que tanta gente en el mundo, también en España, esboce una sonrisa ante ese medio triunfo de Israel. No lo entenderé nunca, porque sigo afectado por la visión de dos niños asesinados cuando iban a recoger unos sacos de harina. Porque, además de la impotencia, lloro al leer titulares y artículos en los que se pone de manifiesto el aumento de los crímenes por parte de Israel en las horas previas y durante la emisión del Festival de Eurovisión. Me reconforta darme cuenta de que todavía soy humano y reacciono.
Me preocupa que millones de personas estén más interesadas en lamentar la posición de España y en inquietarse por el estado emocional de Melody. Me preocupa la banalidad de las palabras de Pedro Sánchez diciendo que hay que expulsar a Israel de Eurovisión, justo dos días después de la celebracion de este. ¿De verdad que ante el anuncio de Netanyahu de ocupar Gaza para siempre la respuesta es expulsar a Israel de Eurovisión? Me quedo con la valentía de Almudena Ariza, la corresponsal de TVE en Oriente Medio que sigue adelante con su labor de información a pesar de las amenazas y de los insultos. Me quedo también con el trabajo de cientos de cooperantes y de voluntarios que sufren el escarnio y la muerte por parte de Israel. Me quedo, en definitiva, con lo humano.
“Las consecuencias del hambre y de la deshidratación son cada día más notables. Decenas de niños y niñas han muerto ya a causa de ello, mientras los bombardeos continúan. Solo en las últimas 24 horas las fuerzas israelíes han matado a más de 200 personas, en una de las semanas más sangrientas de esta ofensiva que comenzó hace más de un año y medio”, escribe Olga Rodríguez.
Hoy no es un buen día para mí ni para la humanidad entera. Lo humano está en peligro. No es la Inteligencia Artificial la que nos aniquilará como especie. Somos nosotros los que poco a poco lo estamos haciendo.
Las palabras de Carlos Francino no pueden ser más claras: “Yo ya no sé qué más podemos decir de lo que está ocurriendo en Gaza”, incluida la patochada del sábado en Eurovisión, que debería avergonzar aún más a Europa por su pasividad ante una masacre de civiles, ya casi da igual que le llamemos o no genocidio, que la Historia contará algún día como un episodio bochornoso. Ese dibujo tiene la capacidad de decir claramente que Israel, este Israel del siglo XXI con un Gobierno de fanáticos ultrarreligiosos, está haciendo con los palestinos algo muy parecido a lo que en el siglo XX sufrieron millones de judíos a manos de los nazis. Y si esto es antisemitismo, por seguir en su línea, que baje Dios y lo vea”.
Foto portada: desplaçats interns a Palestina esperant en cua l’entrega de menjar al camp d’Al-Shaboura camp, al centre de Rafah, al sud de la franja de Gaza.