“Para el que no tiene nada, la política es una tentación comprensible, porque es una manera de vivir con bastante facilidad”.
Miguel Delibes, escritor
Hay fotos que dan dinero; otras esconden algo que, al final, todo el mundo sabe. Y en las sonrisas que plasman esas instantáneas están bien claras ciertas intenciones. Porque, en definitiva, nadie da nada a cambio de nada. La famosa foto de Feijóo con el contrabandista (condenado después por narcotráfico) Marcial Dorado, es un claro ejemplo de lo que digo. Ahí hay una leve sonrisa del líder del PP que vete tú a saber lo que está pensando. Quizás que por fin puede dirigir un barco de alguien importante, de su gran amigo Marcial. Este, por el contrario, parece permanecer impasible. Pero no. Esa aparente tranquilidad esconde algo, seguro. ‘Ya me lo devolverás en algún momento’…
Y vuelvo la mirada hacia Sabadell, hacia una foto en concreto, pero qué más da si es esa u otra. La verdad es que los hay que se mueven de manera tan descarada, que son capaces de hacer lo que sea para lograr su objetivo. Y ciertas actitudes convierten a la política en indigna, en un ‘quítate tú que me pongo yo’, en un ‘me prometiste esto si te apoyaba, así que ya sabes’, en un intercambio de cromos despreciable, donde ya no da vergüenza nada. Claro que esto no es exclusivo de la clase política ni de Sabadell. No obstante, en nuestra ciudad están pasando cosas. A nadie se le escapa ya que, desde hace décadas, nuestro ayuntamiento es algo así como una agencia de colocación. Parece que nos hemos acostumbrado a este hecho, a verlo hasta como normal, como aceptando que no se puede hacer nada; es más, como considerando imbéciles a los que no se aprovechan de la ocasión para meterse allí con un sueldo más o menos interesante.
En definitiva, es un sálvese quien pueda, una muestra más de ese individualismo imperante al que le importa poco el resto del mundo, donde la falta de ética y de escrúpulos son los reyes del mambo. Y a los que pretenden acceder legalmente a un puesto de trabajo son poco menos que estúpidos. Y claro, poco o nada importa si la persona colocada posee los conocimientos o las aptitudes para el cargo; la amistad es lo que prima, ese compadreo tan maquiavélico que puede acabar devorando al que finalmente baja la cabeza. Porque en este mundo, desgraciadamente, siempre hay alguien que acaba dando su brazo a torcer o sabía que la foto o el apretón de manos era la plasmación de una evidencia y asumía las consecuencias en contra de sus propios principios, si es que los tuvo alguna vez ¡Qué más da eso!
Y me da pena esa Sabadell donde algunas personas se arrastran hasta obtener una silla que les dé la tranquilidad económica. No, no me refiero a los que dignamente luchan por un trabajo digno. Esos tienen todo mi reconocimiento. Y, afortunadamente, son muchos. Los conozco porque han pasado por mis manos y a los que he intentado inculcar unos valores que me parecían correctos. Y se han sacado sus títulos con constancia, trabajando de día y estudiando de noche. Y esas mismas personas veían que otras de su propio barrio nunca dieron un palo al agua, metiéndose en política para figurar, para ganar un sueldo que no era el de la mayoría. Y cuando estas se veían fuera, suplicaban por los despachos que las metieran en cualquier rincón. Y ese mismo muchacho o muchacha de su mismo barrio sentía una rabia por dentro inconmensurable, una frustración que no sabía cómo gestionar. Y maldecía a esos profesores que le hablaban de ética y de esfuerzo personal. Y no era fácil volver a convencerle de la necesidad de obviar a esos vividores que nos torpedean con sus malas acciones.
Y ese chico, esa chica, seguían su camino al margen de esos enfermos de poder y llegaban a la conclusión de que lo mejor era no votar. Y yo les entendía. Pero al colocado, a la colocada, eso le daba igual, mientras que su nómina le permitiera seguir viviendo y cobrar una jubilación. ¿Acaso le importan los demás? ¡Si hasta Roberto Leal va a colocar a su madre en la televisión! ¿Qué no haría un amigo por una amiga o una amiga por un amigo?
En fin, nada podemos hacer más que lamentarnos por las personas que dan de comer a estos sujetos, por los que nunca supieron las consecuencias de una foto, de un abrazo, de un apretón de manos que, no tan solo los dejó paralizados, sino que les obligó a tomar decisiones que tendrán también consecuencias nefastas para nuestra democracia. Porque al final, los mediocres, los ineptos, van ocupando espacios de gestión, de poder, sin que nos demos cuenta. Los espabilados y espabiladas nos van comiendo el terreno porque otros y otras les dejan. Siempre tenemos la opción de la indiferencia, de cerrarnos en nuestros propios mundos y seguir adelante. En cualquier caso, vamos a seguir viendo actitudes transgresoras de conductas correctas. Parece que está en el ADN del político sabadellense medio. ¿O de los seres humanos en general? Ahora me acuerdo de que mi abuela me decía que muchos curas también practicaban eso de “haz lo que digo, pero no lo que hago”, mientras se hartaban de comida y se apegaban al poder establecido. ¿Acaso hay diferencia con lo que sucede en Sabadell? Ninguna. ¿Desafección hacia la clase política? ¿Alta abstención? ¡Pero si es que nos lo ponen a huevo!
[Nota de la redacció] L’espai d’opinió reflecteix la visió personal de l’autor de l’article. iSabadell només la reprodueix.