Opinión de Josep Asensio: ‘Como un iceberg’

A través de diferentes canales, cada día recibo decenas de mensajes, noticias y artículos, que, como se puede imaginar el lector, soy incapaz de leer. Los titulares se convierten entonces en filtros ideales para mi día de trasiego y cumplen la función para la que fueron inventados. Así pues, rechazo aquellos que me parecen insulsos o secundarios y me paro en los que considero valiosos. Seguramente habré ignorado algún que otro que valía la pena, pero es evidente que mi mente no puede analizarlos todos.

Así fue como descubrí que existía la expresión “ser un iceberg”, que aparecía en uno de los artículos que me habían mandado por Facebook. Nunca la había oído y aunque no podemos saberlo absolutamente todo, no me parecía familiar. Sí que conocía “ser la punta del iceberg”, pero no ésta que corría por la red. Naturalmente se trata de dos expresiones idiomáticas en forma de metáfora. Ésta última hace referencia a la parte principal de un tema, mientras que “ser un iceberg” quiere definir más la personalidad de la persona, en el sentido que solo se sabe de ella lo que se ve, mientras esconde, voluntariamente o no, la parte más voluminosa. Las dos toman como ejemplo la figura del majestuoso témpano de hielo que sobresale del agua sin aparente peligro pero que disimula su verdadera fisonomía bajo el manto transparente. Todos recordamos el desastre del Titanic, y eso no fue una metáfora.

En realidad, las páginas dedicadas en exclusiva a la reflexión o autoayuda de las personas explicitan en innumerables ocasiones esta alegoría para destacar que muchas de ellas esconden su verdadero ser con el único objetivo de agradar, contentar y porqué no, manipular, con una actitud positiva, mientras que el trasfondo está lleno de mentiras y de engaños. La gran masa del iceberg es invisible y lo visible es espectacularmente hermoso. Así es o puede ser esa persona que aparenta una cosa y en realidad es otra. El subconsciente se guarda en esa otra masa que queda oculta y que solamente podemos imaginar, aunque yo añadiría que, con cambio climático o no, la parte más voluminosa va a acabar saliendo a flote, a la manera de una enorme mancha de aceite, haciendo aflorar toda la mugre y los excrementos que allí se acumulaban.

Es verdad que otros analistas de lo místico ven ese gran volumen encubierto como las diferentes potencialidades de cada uno de nosotros. En estos tiempos de crisis aluden a esta metáfora para que saquemos de nuestro interior aquello que nos valora, aquello que creemos que no tenemos pero que en el fondo nos hace especiales. Es una manera como otra de intentar sobrevivir ante tanta negatividad, buscando en nuestro interior, con la seguridad de que encontraremos algo que nos relance de nuevo. No deja de ser una aplicación de El Secreto, de Rhonda Byrne, en la línea de la escuela del pensamiento y trabajos previos de William Walker Atkinson.

Enric Marco, el 'Maradona' de la impostura, protagoniza 'El impostor'.
Enric Marco, el ‘Maradona’ de la impostura, protagoniza ‘El impostor’.

De hecho, al leer la expresión “ser como un iceberg”, casi al unísono apareció también el libro de Javier Cercas El Impostor. El título ya lo dice casi todo, pero si nos adentramos en la trama, el personaje, basado en un hecho real, no tiene desperdicio. Su vida gira en torno a la patraña y se convierte en una ficción absoluta, haciendo creer a todo el mundo que es un superviviente del Holocausto. La genialidad de Cercas es total y su discurso agradable y comprensible, sin aspavientos y con un vocabulario muy accesible. Quizás sin saberlo, el escritor describe un individuo que basa su existencia en enseñar esa parte del iceberg que sobresale, sepultando concienzudamente aquella que no quería que se supiera. Claro que, como he subrayado anteriormente, el impostor, el engañabobos, acaba devorado por el personaje.

No puedo evitar, por una parte, recomendar la lectura de El Impostor, y por otra hacer referencia a Sabadell, donde como saben los lectores toda una familia de mandamases ha estado mostrando esa parte del iceberg que ella misma había determinado. Sus falsas sonrisas han acabado por emerger, como aquel inodoro que ya no traga más mierda y en un acto de venganza opta por sacarla toda de una vez. Y es tal la cantidad arrojada que salpica a todo aquel que se encuentra cerca. Tan cerca que los sustitutos, los aduladores de esa punta supuestamente perfecta, estan tan manchados que son incapaces de desprenderse de la suciedad. Le lamieron tanto aquello que se allí se quedaron pegados.  Se tardará en limpiarlo todo, pero será necesario hacerlo.

Ignoro si alguna vez podré ver un iceberg en vivo. Es una de mis ilusiones. Ese ser sublime, frío e impasible, de una belleza inigualable, puede esconder en su interior tanta maldad como encanto; por eso no hay que fiarse.

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