Sánchez, López y Díaz

Opinión de Josep Asensio: ‘PSOE: pucherazo a la vista’

Ya están convocadas oficialmente. El 21 de mayo, los militantes socialistas podrán votar libremente, en teoría, por uno de los tres candidatos que se presentan a la secretaría general del PSOE. Ignoro si a estas alturas los ciudadanos no adscritos a ningún partido político siguen este culebrón interminable o si aquella pasión que antaño se percibía sigue latente en alguna parte de las conciencias colectivas. Es evidente que desde la destitución de Pedro Sánchez, los acontecimientos se han precipitado. Las dos almas del PSOE, las que siempre existieron, una más socialdemócrata y otra más a la izquierda, se han visto enfrentadas como nunca en un partido centenario y que ha gobernado España durante muchos años.

La sorpresa por la presentación de Patxi López quedó diluida rápidamente por el paso dado por Pedro Sánchez. López, con intenciones claramente conciliadoras, pertenece a esa generación de políticos pactistas, necesarios en momentos de confrontación política. Proviene del País Vasco y conoce a la perfección los entresijos de una buena negociación. Fue lehendakari con un pacto contra natura con el PP pero respetó al milímetro las particularidades euskaldunas, promoviendo el entendimiento y la idiosincrasia propia del país. Junto con Odón Elorza y Ramón Jaúregui son, a mi entender, algunos de los líderes con mayor empatía entre los ciudadanos que los conocen y que pueden ejercer, si el aparato les deja, un papel importante a todos los niveles. No obstante, Patxi López es visto por algunos como el traidor, la piedra en el zapato para que no gane Pedro Sánchez y el voto se disperse. Bajo esa apariencia de niño bueno se esconde para muchos la muleta de Susana Díaz.

Pedro Sánchez sale a ganar. Después de su humillante salida del partido se ha hecho fuerte y es capaz de llenar polideportivos sin fletar autocares desde toda España. Con su modélica campaña de crowdfunding ha recaudado 100.000 euros aunque ha tenido que aceptar las reglas de la gestora una vez se ha puesto en marcha la campaña. Sánchez ha contactado con la parte más izquierdista de la militancia, aquella que gobierna en los ayuntamientos con Izquierda Unida o con Podemos y con diversos sindicatos. En su programa abundan las propuestas, las llamadas a reflotar un PSOE que olvidó a los ciudadanos durante la crisis y se acostó con los hombres de negro. Habla de renta mínima, de impulso a las energías renovables, de respeto, de tolerancia, pero especialmente de escuchar a la gente. Sus intervenciones acaban con el puño en alto y con una sonrisa y pretende ni más ni menos que devolver el carácter verdaderamente socialista a un partido que abandonó hace décadas las tesis de su fundador, Pablo Iglesias.

La confirmación de la candidatura de Susana Díaz se hizo esperar pero nadie dudaba de que lo haría arropada por la plana mayor del partido, del aparato que durante estos años ha apoyado la receta de Europa, los recortes sociales y el pago de la deuda aunque eso significara el empobrecimiento de la población. La imagen de Susana Díaz sentada al lado de Alfredo Pérez Rubalcaba, Felipe González, José Luis Rodríguez Zapatero y de Alfonso Guerra no tiene desperdicio. Una puesta en escena calculadísima y que quiere transmitir ni más ni menos el poder de un clan con intereses comunes. Como es sabido, gobierna Andalucía con el apoyo de Ciudadanos y profesa un profundo rechazo hacia los postulados de Podemos. Consiguió llenar el auditorio de la Institución Ferial de Madrid el pasado 26 de marzo gracias al hecho de que se habían fletado autocares gratis desde toda España, controlando de manera exhaustiva los militantes que se apuntaban, en un intento de controlar también el sentido de su voto.

Pérez Rubalcada, González, Díaz, Rodríguez Zapatero y Guerra, en la presentación de Díaz como candidata a la secretaría general del PSOE, hace algunas semanas.
Pérez Rubalcada, González, Díaz, Rodríguez Zapatero y Guerra, en la presentación de Díaz como candidata a la secretaría general del PSOE, hace algunas semanas.

Esas son las formas de una Susana Díaz que no ofrece nada más que la visión con la vieja guardia del partido. Ni una sola propuesta novedosa que pueda ilusionar y solamente un recuerdo permanente al pasado y a la unidad de España, en un claro intento de acercarse a su electorado más centrista o de derechas y contra los deseos de una parte de los catalanes. Se ha encargado, por ejemplo, de apartar a los miembros sanchistas de la Agrupación más importante de las Juventudes Socialistas de Andalucía, aupando a un susanista. Eso está ocurriendo en toda la región, de manera callada pero inexorablemente destructiva.

La historia puede repetirse nuevamente. En 1998, el PSOE se atrevió a convocar primarias. El aparato apoyaba a Joaquín Almunia y la militancia votó por Josep Borrell, que se vio obligado a dimitir por un supuesto escándalo de fraude fiscal nunca demostrado. Han pasado casi veinte años y la candidez de aquellos tiempos ha desaparecido. Susana Díaz es consciente de que el triunfo de Pedro Sánchez es posible pero se encargará personalmente de que eso no ocurra abriendo todos los frentes posibles y apartando a militantes sospechosos de ser sanchistas. Tiene el apoyo de los diarios más reaccionarios del país, ABC y La Razón, y hasta Esperanza Aguirre le ha mostrado su admiración y no digamos ya el PP en pleno. Y eso que su telonera en el acto de Madrid falseó su currículum descaradamente.

El 21 de mayo saldremos de dudas, pero yo no tengo ya ninguna. La caravana del pucherazo se ve venir desde lejos, desde muy lejos, cargada de altos cargos, intereses personales, puertas giratorias y sonrisas múltiples.

Menos mal que siempre nos quedará Jordi Évole para abrirnos los ojos…

Foto portada: Sánchez, López y Díaz.

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