ARTÍCULO DE OPINIÓN
Manuel Navas. Presidente de la FAV Sabadell
Es un hecho innegable que vivimos en la sociedad del miedo y que el “abc” de cualquier estrategia del miedo, consiste en exagerar determinadas consecuencias para provocar el pánico en los perjudicados de la decisión de tal forma que, si el resultado final no es tan desfavorable como inicialmente parecía, suscita una sensación de alivio entre los afectados que al atenuar su angustia acaban dando la gracias al verdugo porque los efectos del mal sufrido no son tan graves. Y así el verdugo, además de conseguir lo que pretendía, recibe los parabienes de los ultrajados, porque el ultraje no ha sido tan severo.
Con las pensiones, la campaña del miedo sobre su futuro ha sido un argumento falaz utilizado políticamente en todas las elecciones. Los argumentos de ahora (en otros tiempos fueron otros) que repiten machaconamente para que los admitamos como indiscutibles son: muchos jubilados y pocos cotizantes (obviando que aun así, el aumento de la productividad es evidente) hace insostenible las pensiones. Una hipótesis que hace aguas por todas partes, porque el problema radica en los en los ingresos del Estado y su gestión/distribución. El ¿qué, cómo y cuánto se recauda?, ¿a quienes se grava? y ¿cómo se distribuyen los dineros públicos?, depende de la voluntad política y en esa disyuntiva tenemos un Gobierno del PP votado por más de 8 millones de personas, apoyado por el PSOE (con honrosas excepciones), que se siente legitimado para hacer lo que le plazca entre otras cosas contra las pensiones sin olvidar la corresponsabilidad que tienen en este atraco quienes votan a partidos que les/nos están robando la cartera (sea por desinformación o peor, porque ven justificado que recorten las pensiones, que de todo hay).
Pese a todo, son argumentos no aguantan un debate serio, ni sus alternativas son las únicas posibles. Existen voces de todos los ámbitos y foros, estudios rigurosos y mareas populares que vienen denunciando la consolidación de una sociedad cada vez más desigual y menos equitativa debido a las recetas neoliberales evidenciando que algo profundamente perverso están haciendo cuando los/as ricos/as son cada más vez ricos/as a costa de que los/as pobres son cada vez más pobres.
Como sabemos, la manera de plantear un problema condiciona su solución y, en este caso, la falta de liquidez para pagar las pensiones puede abordarse desde dos grandes propuestas: recortándolas de una u otra forma o buscar maneras para ingresar más dinero. La primera responde a las políticas neoliberales en su cruzada contra las pensiones con el objetivo de que paulatinamente pasen a manos privadas (lo que defienden con mayor o menor intensidad desde el PP–C’s, los partidos de derecha autonómicos y PSOE, rindiendo pleitesía al poder económico).
Y si acudimos a la vía de aumentar los ingresos, cuanto menos existen dos grandes fuentes. La primera, los temas pendientes que necesitan resolverse sí o sí. A saber: a) que la banca devuelva los más de 70.000 millones de euros de dinero público destinados a su rescate; b) que los corruptos devuelvan los más de 80.000 millones robados y c) cortar la sangría de los más de 40.000 millones de fraude fiscal anual. Y en ese bloque tenemos la racionalización de las instituciones del Estado: finiquitar el Senado (un órgano tan costoso, como inútil); la modificación y/o en su caso supresión de la mayoría de Parlamentos Autonómicos creados artificialmente (el café para todos) que grava extraordinariamente el erario; la eliminación de las obscenas pensiones y otras prebendas de sus señorías; etc.
La otra batería de propuestas hacen referencia a que las pensiones dejen de depender exclusivamente de las cotizaciones sociales y se complementen, en su caso, vía Presupuestos Generales como se hace con otras partidas (Casa Real, ejército,….); reforma fiscal progresiva (que paguen más quienes más tienen en la onda de las existentes los países del norte y centro de Europa); aumentar los salarios para recaudar por cotizaciones (hay los mismos trabajadores que en el 2011 pero cotizan menos); jubilación a los 65 años; reducir la precariedad laboral; etc. En definitiva, si hablamos de ingresos para hacer frente a las pensiones o la sanidad, educación, etc., deben explorarse alternativas distintas a los recortes sistemáticos.
A grandes rasgos, se tratan de dos filosofías distintas que responden a dos modelos sociales: uno para seguir profundizando en la construcción de un mundo caracterizado por el dominio incontestable de los poderosos y el secuestro de la soberanía popular donde la humanidad es mera espectadora en ese desorden y otro buscando la racionalidad para construir un modelo social menos cruel y más equitativo social y económicamente, empoderando a la ciudadanía. Y ese, y no otro, es el quiz social. Y en ese estado de cosas, si “sus señorías”, (quienes promulgan esas leyes neoliberales), se aplicasen para sí las condiciones sociales, pensiones, salario mínimo y recortes que están imponiendo, es más que probable que no lo harían. Pero eso es tanto como pedir que los felinos sean vegetarianos o que la suma de los ángulos interiores de un triángulo sea algo diferente a 180 grados.