ARTÍCULO DE OPINIÓN
Manuel Navas, sociólogo
Si, como parece evidente, nos hallamos en un momento de transición política, deberemos gestionarlo con inteligencia para evitar su colapso indefinido y que se convierta en un caldo de cultivo para la frustración que arrastre a la apatía o la impotencia. Esta posibilidad de cambio no es casual, sino fruto de un proceso histórico marcado por la lucha, la resistencia, el sufrimiento de un pueblo que ha sido ignorado, reprimido y expoliado. Un proceso ahora convertido en constituyente con voluntad de fundar un nuevo estado social. Un Procés Constituent que surge en un contexto sobre el que conviene recordar algunos de sus rasgos que humana y socialmente resultan inadmisibles.
Vivimos junto a más de 6.000 millones de personas en un mundo azotado por una crisis planetaria de múltiples rostros: económica (que ha ahondado las desigualdades entre ricos/pobres, norte/sur); ecológica (el desarrollismo obsoleto, irracional e insostenible, está acabando con los recurso del planeta); hambruna (condenando a la muerte a millones de personas cada año); psicológicas (destruyendo, entre otras cosas, las expectativas de generaciones enteras)… resultado inevitable de un proceso determinado por la lógica de un sistema basado en la obtención de beneficio privado por encima de cualquier otra consideración y en la locura de mantener que el crecimiento exponencial es eterno.
El acelerón hacia el caos reinante ha venido de la mano del neoliberalismo cuyas tesis hace décadas que adoctrinan a las instituciones económicas y los centros de poder político. El capitalismo financiero y especulador desconectado de la economía productiva real, incapaz de resolver sus problemas vitales, es un freno para la evolución humana superadora del desorden que han establecido. Un poder económico, que a través de los organismos económicos internacionales, ha usurpado la democracia, y decide lo que los políticos de turno deben legislar para alcanzar sus objetivos.
En el Reino de España, la crisis tiene, entre otros rasgos: la burbuja inmobiliaria, un fraude fiscal escandaloso, las inexistencia de un entramado productivo, un sistema fiscal regresivo, una corrupción política obscena y la simbiosis entre la casta política y económica para, entre otras cosas, convertir a deuda privada de bancos y grandes empresas en pública y utilizarla como un chantaje para desmantelar el Estado de Bienestar convirtiendo los servicios públicos en negocios privados. La rapiña recaudatoria se ha cebado con el aumento de los impuestos indirectos, recortes en sanidad, enseñanza, servicios sociales, jubilaciones, paralización de las inversiones en infraestructuras, etc. Todo por la deuda.
En Catalunya, sea porque las movilizaciones populares no han estado a la altura de las circunstancias y/o porque los distintos gobiernos han comulgado en mayor o menor medida con las tesis neoliberales o porque han sido tibios con las directrices de Madrid, ni estamos a la zaga en este disloque antisocial (recortes, paro, etc.), ni libre de los males que aquejan a nuestros vecinos (corruptelas, especulación, fraude, etc.), y como los centros de decisión sobre nuestro presente y futuro, residen allende de nuestras fronteras, la aplicación de políticas alternativas a las neoliberales, es imposible.
Y si ese es el panorama económico y social, el político, es más de lo mismo. Ante la voluntad de un pueblo decidido a convertirse en protagonista activo de su futuro, se levanta el muro español caracterizado por una indolencia democrática sin intención de afrontar de manera responsable la resolución de conflicto, enviando al respecto y sin cesar, señales retrógradas, amenazas reaccionarias e intolerantes, pero también, desde distinta óptica, el enroque de sectores de izquierda españoles que al negar la emancipación nacional, objetivamente hacen el juego a las clases poderosas de la nación dominante (Andreu Nin), al tiempo que, implícitamente, ceden la iniciativa a la derecha nacionalista.
Apostar por futuro cargado de esperanza, radicalmente distinto al que nos deparan, exige un giro de 180 grados en lo económico, social, político y cultural, algo imposible de llevar a cabo ni en el marco territorial actual, ni con el liderazgo de quienes nos han conducido a esta situación incapaces de entender y/o aceptar la metamorfosis que se está gestando para alumbrar un nuevo modelo de estado presidido por la justicia social y la democracia con mayúsculas.
No existe una fórmula mágica para sacar adelante este proceso político en el que estamos inmersos y comprometidos, la clave radica en configurar una gran mayoría social que desactive el fanatismo y el inmovilismo de quienes pretenden impedir que el pueblo decida democráticamente su futuro en un desesperado intento de poner puertas al campo y sobre todo, trabajo, mucho trabajo y una total inmersión de nuestro pueblo. Porque si los amplios sectores sociales más conscientes son el motor del proceso, o es el pueblo el propio Procés Constituent, o no será.