Nacido en Santander en 1950, cursó estudios de Derecho y Periodismo en Madrid. Ha colaborado en numerosos medios de comunicación empezando en Europa Press y desarrollando una larga carrera como columnista en diversos periódicos de tirada nacional como Informaciones, Diario 16, El País, El Periódico, El Independiente, Ya, El Correo o El Mundo y dirige actualmente el digital Diariocrítico.com.
Jáuregui ha sido comentarista político radiofónico en la Cadena COPE, Radio Nacional de España u Onda Cero. En el medio televisivo fue subdirector de los servicios informativos de Telecinco y tertuliano de los Desayunos de TVE, Las Mañanas de Cuatro o El cascabel de 13TV. Además ha publicado numerosos libros sobre la historia política reciente española, desde el antifranquismo, la transición o los mandatos de Felipe González, José María Aznar o José Luís Rodríguez Zapatero.
Le entrevisto en el Col·legi d’Advocats el pasado jueves donde vino a presentar su último libro, Los abogados que cambiaron España. Ochenta años de historia de los letrados y juristas que contribuyeron a la democracia (1939-2019), Editorial Almuzara, Córdoba, 2019.
En su libro destaca la importante aportación de la abogacía en el retorno de la democracia en España. ¿A su juicio cuáles fueron las principales aportaciones de los letrados en la Transición democrática?
España siempre ha sido un país que siempre ha estado gobernado por juristas para lo bueno, en la mayor parte de las cosas, y para lo malo en algunas. Es mejor un país gobernado por juristas puros que no por políticos o militares, pues los juristas al menos hacen evolucionar las leyes y se preocupan por la juridicidad de los actos que protagonizan. El libro traza una historia desde 1939 hasta hoy. Habla, primero, de las dificultades de despegar en la barbarie del franquismo, cuando te fusilaban nadie sabe porqué, sin juicio, en consejos de guerra sumarísimos. Ahí era muy difícil ser abogado porque, primero, no te dejaban defender, sino solo asesorar y segundo porque estabas bajo el ojo del gran hermano franquista.
Eso fue evolucionando y llegamos a la Transición, una época de absoluto esplendor jurídico.
Hay que tener en cuenta que sólo en once meses, de julio de 1976 a junio de 1977, se da la vuelta al Estado como un calcetín. Eso lo hizo un grupo de unos 20 juristas como Landelino Lavilla o Miquel Herrero. Desmontan el franquismo, dan una ley de amnistía, hacen una ley de reforma política que, de alguna manera, es el principio de la Constitución. Ese mérito hay que dárselo. Es gente que viene del sector privado, que pierden dinero, para poner sus conocimientos al servicio de la sociedad. Dicho sea de paso, es algo que podrían aprender algunos ahora.
Su papel es muy, muy importante. Los primeros años del desarrollo de la normativa constitucional también fue importante. Ahora tenemos una democracia imperfecta y con unas leyes que ya no se adecúan a la realidad, pero es la que tenemos y se la debemos a la labor de esos juristas. En esos momentos éramos vanguardia y ahora creo que somos retaguardia.
¿Comparte la opinión que en la Transición democrática no se procedió a la depuración de los aparatos del Estado franquista, entre ellos la cúpula del poder judicial y que aún estamos sufriendo sus consecuencias o por el contrario se produjo una democratización lenta de esos aparatos del Estado y son plenamente democráticos?
Plenamente democráticos no los son. El sistema de elección del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) ha sido muy polémico. No creo que estemos en la mejor solución posible. Todavía está sujeto a corporativismos. La prueba es que, ahora mismo, el CGPJ y la presidencia del Tribunal Supremo lleva sobrepasados en ocho meses su mandato. Eso es una anomalía brutal. Esto indica que algo se está haciendo mal. Eso claro que lastra al poder judicial. Respecto a otras instituciones, creo que los militares han tenido una evolución bastante positiva; probablemente, es el colectivo que ha tenido una evolución más positiva. Luego están otros colectivos, como los periodistas donde quedan residuos de viejas épocas, también ha habido una renovación importante entre los abogados.
Lo importante es que algún día tendremos que pensar si además del Valle de los Caídos nos queda algo de Franco. Lo del Valle de los Caídos es urgente que lo solucionemos dentro de la reconciliación. Nos quedan atavismos, una falta de libertad de conciencia, de libertad de expresión. Eso, a pesar de todas las leyes y de que indudablemente España es país libre.
Nos quedan unas leyes que tenemos que modernizar y actualizar urgentemente. La realidad, no hay más que ver lo que está ocurriendo con Catalunya, está superando la realidad legal que ha quedado absolutamente obsoleta.
¿Tienen razón quienes aseguran que la Audiencia Nacional es una jurisdicción de excepción que no tiene correlato en Europa y es heredera directa del Tribunal de Orden Público (TOP) franquista?
Heredera directa del TOP franquista, quizás no, pero es cierto que no tiene parangón con casi ningún país europeo.
La Audiencia Nacional se hizo básicamente para combatir el terrorismo, es casi específica para delitos de terrorismo, y delitos económicos especializados. Terrorismo ya no tenemos y los delitos económicos son los jueces normales los capacitados. Me parece que la Audiencia Nacional como tribunal de excepción no tiene ningún sentido. Estoy en contra de cualquier tribunal de excepción, sea cual sea, incluyendo la Audiencia Nacional.
¿Es cierto, a su juicio, que en España existe un problema de separación de poderes derivado del nombramiento por instancias políticas de órganos como CGPJ o del Tribunal Constitucional?
El Tribunal Constitucional no está nombrado por órganos políticos, en parte sí porque depende del Parlamento y no olvidemos la Fiscalía. Sí, la separación de poderes en España es incompleta; incluyendo al legislativo. Una cosa es el sistema teórico y otra el funcionamiento práctico. A Montesquieu no le gustaría nada el sistema práctico de la separación de poderes en España. El sistema judicial debería ser muy, muy mejorado.
Más allá de la abogacía, la justicia sufre un gran desprestigio entre la ciudadanía, particularmente en Catalunya ¿A qué cree que es debido y cuáles habrían de ser las reformas para atajarla?
Lo que ocurre en Catalunya es una consecuencia clara de que las leyes en España están obsoletas. Claro que, ¿quién podía imaginar los casos que se están dando en Catalunya? Con las leyes actuales corremos el riesgo de cometer injusticias y de hecho se están cometiendo.
Hay una prisión preventiva que se ha prolongado excesivamente. No hablo solamente de los políticos catalanes presos, en general la prisión preventiva en España hay que modificarla. Luego hay un exceso de autoritarismo que no me parece de recibo. Por ejemplo, que la Junta Electoral Central dictamine que no se puede hablar de presos políticos en los medios catalanes me deja muy sorprendido. En cuanto defensor de la libertad de expresión, no sé quien coño es la Junta Electoral para meterse en esos berenjenales.
¿De qué se deriva el desprestigio de la justicia? De que no están adecuadas las leyes a la realidad. Hay que actualizarlas cuanto antes, con un gran consenso para actualizar las normativas de todo tipo. Empezando por la ley electoral, siguiendo por la Constitución y terminando por la normativa procesal. Hay leyes en España que son del siglo XIX como la Ley de Enjuiciamiento Criminal.
¿Qué opinión le merece que desde instancias tan dispares como el prior del Valle de los Caídos o la presidencia de la Generalitat se afirme que no se acatarán las sentencias del Tribunal Supremo?
Me parece peligroso. Independientemente que las sentencias del Tribunal Supremo o de de cualquier órgano jurisdiccional, sean más o menos acertadas, tenemos que cambiar la ley. Pero lo que no puede ser es declararse en abierta confrontación con el sistema porque eso nos conducirá, independientemente que se quiera producir una secesión, a una catástrofe. Estoy muy preocupado. No puedes declararte en abierta rebeldía, desde la máxima representación del Estado, incluso en un territorio donde una parte de cuyos habitantes quieren separarse del resto o lo que tú quieras. Eso va provocar al final consecuencias nefastas. El señor Torra se está equivocando absolutamente su estrategia. Cosa que no pienso de otras organizaciones que tienen que ver con el secesionismo como ERC. Una estrategia puede ser correcta y la otra profundamente equivocada.
En su libro apunta a que nos hallamos en una segunda transición ¿En qué se fundamenta para realizar esta afirmación?
Estamos ahora, como en la primera Transición, con unas leyes que se han quedado anticuadas, luego hay que modernizarlas ¿Cómo se modernizan? Llegando a un acuerdo entre las fuerzas políticas. Hay que modernizar, nada menos, que la Constitución que va a quedarse obsoleta si no la actualizamos, la normativa electoral, la normativa penal, la reforma de las administraciones…hay que hacer exactamente lo mismo que se hizo en tiempos de Adolfo Suárez, solo que ahora es más fácil. ¿Por qué estamos repitiendo tantas veces elecciones? Porque tenemos una normativa electoral que servía para otras cosas, pero que ahora ya no sirve. Son cosas que hay que abordar urgentemente. Eso y una filosofía de la vida, de la política. España va dejando de ser una democracia avanzada para ser cada vez más una democracia imperfecta.
¿Cuáles serian los ejes de esta reforma constitucional a pesar de su complejidad?
A mí no me parece tan complicado. Lo que exige es trabajar. Todo el título octavo de la Constitución, dedicado a las autonomías, ya no sirve. Se hizo en un momento determinado para salir de una dictadura centralista para llegar a una democracia descentralizada. Han pasado 44 años y esto tiene que evolucionar. La Constitución está poco desarrollada. Por poner algunos ejemplos, el artículo 99, que regula el procedimiento de investidura del presidente de gobierno, está lleno de carencias o el artículo 57, que discrimina a la mujer con respecto al hombre en la sucesión al trono.
Pero el peor de todos, el que peor redactado está, es el 155 que permite adoptar medidas discrecionales, sin tasarlas, sin limitarlas…me parece un artículo peligrosísimo.
¿Puede reconducirse el conflicto catalán más allá, como apunta en su libro, de la conllevancia de Ortega y Gasset?
Soluciones definitivas no existen. No las veo, pero hay soluciones coyunturales. El señor Suárez se vio, antes de la Constitución, con el señor Tarradellas que venía del exilio. La primera entrevista, aunque ambos dijeron que había sido estupenda, fue un desastre. Siguieron hablando. ¿En qué derivo eso? En una conllevancia que ha durando 30 años que ahora nos hemos cargado de un lado y de otro.
Se puede, claro que se puede. Hay que echarle imaginación y generosidad. En el año 2010, Artur Mas me dijo que ser independentista era ser retrógrado ¿Qué pasó entre 2010 y 2012? Se cometieron una serie de errores. Artur Mas se sintió engañado dos veces por Zapatero. Luego vino el PP a presentar un recurso de anticonstitucionalidad contra el Estatut, se recogieron firmas contra el Estatut que ahora están durmiendo el sueño de los justos en no sé cuántas cajas en los sótanos del Congreso. En fin, se hizo todo mal por ambas partes. Soy medio vasco. He estado allí muchas veces, lo he pasado muy mal en los momentos de mayor tensión. Sin embargo, hoy, el Euskobarómetro, dice que solo un 14 por ciento de los vascos son independentistas. Aquí, no hace mucho decían las encuestas que había un 20 por ciento y ahora estamos entre el 48 y el 50. Creo que con el grado de tensión y confrontación que existe lo hicimos mal. ¿Eso es recuperable? En el País Vasco se ha recuperado. Lo primero que tiene que tener Catalunya son las mismas condiciones que el País Vasco.
¿Cómo piensa que ser resolverá el bloqueo político en el gobierno de España?
Eso lo sabremos dentro de un mes. Los culpables son una clase política que no ha entendido que esto tiene que ir por otro lado. En todas partes, en Catalunya, en el resto de España, en las Comunidades Autónomas, en los Ayuntamientos…todos han ido a aprovecharse del Estado y no a aprovechar al Estado. Eso explica muchas de las cosas que han pasado con un deterioro intelectual y moral muy grande. A partir de ahí, insisto, ¿eso tiene una recuperación?
El día 11 de noviembre lo vamos a ver. En función de las mayorías que están dando las encuestas, solo cabe un acuerdo entre PP y PSOE. Un acuerdo si se quiere contra natura, extraños compañeros de cama…pero los números solo salen con eso. Algo de eso tendrá que pasar.
Tampoco me parece que sería malo un periodo intensamente reformista, transversal ideológicamente, no hablemos de las derechas y las izquierdas, que dure un periodo limitado, menos de una legislatura. Vamos a reformar, sobre todo, la ley electoral para que se faciliten las mayorías y no se dificulten como pasa ahora y vamos a reformar la Constitución. ¿Tienen ganas de hacerlo nuestras formaciones políticas? Hoy por hoy, no las tienen, pero a la fuerza ahorcan. En función de lo que ocurra en las elecciones y los números que den tendrán que aceptarlo, porque lo que no se podría tolerar es ir a unas terceras elecciones. Eso sería ya el final.
¿Cree usted que el periodismo está en crisis o está en una fase de transición?
Estamos en crisis y en una fase de transición. Los avances tecnológicos son implacables. Eso lo digo en cuanto a la pura metodología técnica. Si hablamos de otras cosas estamos en una profunda crisis. Los periodistas somos cada vez menos independientes, tenemos cada vez menos formación, somos menos críticos. Cada vez nos hacemos menos ecos de aquello que decía la portada del New York Times: ’Noticia es todo aquello que alguien no quiere que se publique’ ¿Alguien piensa que ahora se publica algo que alguien quiere que no se publique? Más bien todo lo contrario. Desde ese punto de vista, crisis total. Desde el punto de vista económico, más crisis todavía. El periodismo hay que hacerlo con medios, si no se tienen medios se hace un mal periodismo, con más riesgo de venderse. Hasta que no se encuentren nuevas fórmulas para financiar los medios emergentes, de internet. La crisis está ahí, pero naturalmente se va transformar porque no va a quedar más remedio. Una de las profesiones que nunca morirá es la de periodista, siempre tiene que haber alguien que cuente a los demás lo que está ocurriendo. Se contará a través de las redes sociales, de los audiovisuales o con un libro.
¿Cómo afecta la irrupción de los medios digitales en el futuro del periodismo tanto desde el punto de vista de la calidad como desde el punto de vista económico?
No creo que los medios digitales hagan bajar la calidad del periodismo.
Algunos medios digitales son una sinvergonzonería y una golfada que hacen bajar la calidad. Pero en general internet tiene muchísimas ventajas respecto a la prensa tradicional. Tiene la velocidad, la falta de limitación de espacios, cambia totalmente el concepto de espacio y tiempo. Todavía, después de más de 20 años de internet, no hemos aprendido a utilizarlo hasta sus últimas consecuencias, pero por ahí viene un poco nuestra salvación. Es un periodismo mucho más participativo, donde nos pueden criticar inmediatamente lo que estamos haciendo.
Nos va a venir bien encontrarnos con una sociedad más crítica con nuestro trabajo.
¿Comparte la opinión que se está produciendo una proletarización del trabajo de los periodistas con bajos salarios, largas jornadas laborales, falsos autónomos o precariedad laboral?
Y fake news obligadas. El periodismo necesita medios y si no los tiene es un periodismo de horror. Nos condenamos a tener periodistas de ‘generación google’ que consiste en que el periodista se sienta en su mesa, no sale porque no puede salir o porque solo hay un periodista en todo el medio. No hace información presencial que es lo que cuenta. Así ante cualquier acontecimiento busca en google o wikipedia, corta y pega y tira. Eso es gravísimo. El periodismo tiene que volver a ser presencial porque solamente viendo lo que está pasando se puede diferenciar y profundizar en la información. Esto es lo que más me preocupa de las tendencias actuales del periodismo.