Cortijo. Foto de Toprural

Opinión: ‘El cortijo (de Sabadell)’

Desde hace ya varios años, sabadellenses pertenecientes a diversos ámbitos, culturales, deportivos y periodísticos, han definido la situación que se vive como la de un cortijo. El cortijo, básicamente andaluz, pero también castellano-manchego y extremeño, constituye uno de los hábitats de los propietarios latifundistas que empleaban a los jornaleros para cultivar las grandes extensiones de terreno que se situaban en sus alrededores. Seguramente “cortijo andaluz” es el término más empleado y, como consecuencia del esclavismo llevado a cabo por los terratenientes, “cortijo” ha derivado también en un vocablo peyorativo, que es, en definitiva la denominación que nos atañe.

Aunque se le llame Operación Mercurio, coloquialmente algunos ya empiezan a llamarla “Operación Cortijo”. Un cortijo en el que, leyendo las crónicas de estas últimas semanas, se averiguan tácticas propias de otras épocas o al menos, de otros regímenes.

Se habla de trapicheo, coacciones, amenazas, enchufismo, amiguismo, trato preferente, tráfico de influencias, manipulación, cambalache, mangoneo, sometimiento, falsificación, amaño de documentos, de información, deformación de la realidad, tergiversación en grado sumo, intimidación en grado superlativo, presiones por doquier, chantaje, cohecho, coerción, violencia psíquica y quién sabe si física, provocaciones, menosprecios, humillaciones, dominación, ventajas para unos pocos, avasallamiento, prácticas tiránicas, control absoluto, opresión, domesticación, imposición sin pausa, esclavitud, represión, atropello, pisoteo, intransigencia, ultraje, subordinación, prepotencia, abusos de todo tipo, despotismo y nada ilustrado en este caso, autoridad mal entendida, privilegios a unos pocos, caudillaje, opresión y castigo a los disidentes, prohibición de las mínimas normas democráticas, favoritismos múltiples, enchufes de todo tipo y estilo, nula ecuanimidad, parcialidad sin vergüenza, adulteración de la visión general de las cosas y chulería y arrogancia desbordantes, engreimiento imbécil, egolatría, petulancia, orgullo mal aplicado, altivez e inmodestia, soberbia, tufo y derroche “canapelero”; también jactancia, opulencia, suntuosidad, Jauja, ignorancia, incultura, indecencia,  ineptitud, oscurantismo, nulidad ridícula unida a incompetencia de sangre, analfabetismo falaz, sandez, bobadas por doquier, paridas mayúsculas, estupidez de libro y memeces por un tubo.

Los más osados hablan de destrucción-amiguismo-desgobierno-clasismo-exclusión, especulación, recortes, derroche, lerrouxismo-privatizaciones y les encanta el cava…

Claro está que también hemos oído más que leído que ese cortijo era y sigue siendo límpido, limpio como una patena, solidario, prudente, lleno de gente preparada y sobresaliente, sabia, perspicaz, talentosa, lúcida y versada. Allí se respira equidad, fuerza, respeto, amor, optimismo, confianza, austeridad, libertad, responsabilidad, hospitalidad, libertad de pensamiento, independencia, apoyo y compañerismo, ayuda y defensa de la justicia, modestia, sencillez, humildad, ahorro, templanza, moderación, legalidad sin fisuras, comprensión, tolerancia, benevolencia, indulgencia, entendimiento, humanidad, filantropía, cultura, en definitiva.

No se cansan estos últimos de vanagloriar la condición humana de los inquilinos del cortijo: sensibles, honrados, inocentes, afables, cercanos, justos, serviciales, trabajadores sin pedir nada a cambio, sin rencores y sin favoritismos de ninguna clase, sin predilecciones y con ánimos que rayan la pureza celestial. La decencia, la honorabilidad, el pundonor y la seriedad albergan un significado cercano a la perfección absoluta y no sobresale ni un resquicio de mezquindad ni de vileza. Todos y todas, todas y todos pueden dormir tranquilos, siempre según estas fuentes, porque no hay ni un atisbo de maldad, ni una grieta que pueda poner en peligro la sólida estructura del cortijo.

Los hay que creen en una mezcla de todo lo expuesto anteriormente y que nada es tan malo ni nada es tan bueno. Según estos últimos los malvados se relacionarían con los honestos, aunque resulta difícil creer que dentro de un mismo cortijo unos fueran ajenos a lo que hacían los otros, tanto si era para bien como para mal. El caso es que allí siguen todos, en sus dependencias y con el orgullo más alto que nunca y fieles a sus convicciones, honestas, según una pequeña parte e imputadas según la otra.

Los muros son de piedra, y de calidad, según parece, pero grandes edificaciones han caído en muy poco tiempo por efectos de la naturaleza, del hombre o del conjunto de los ciudadanos. Unos quieren el desplome inmediato, el bombazo que acabe con todo, mientras que otros prefieren el hundimiento gradual. No me olvido de los que quieren aguantarlo aunque sea con vigas tal cual edificio con aluminosis. Serán los expertos los encargados de dilucidar la gravedad de la enfermedad y todos, eso sí, esperamos que se actúe  pronto y en consecuencia.

Foto portada: Cortijo de las Piletas, en Ronda (Málaga). Fuente: Toprural via Flickr.

One Comment

  1. Francisco Gonzalez Cano

    Dicen que las comparaciones son odiosas, pero la realidad es que tan solo lo es para uno de los comparados. Mi madre es de Sevilla y trabajo en un cortijo. Yo naci en Sabadell y al parecer vivo en otro. Con gran dolor de mi corazon, en estos momentos preferiria vivir en el de Sevilla. La foto elegida transmite unas sensaciones que sirven para mitigar el turbio perfil actual de nuestra ciudad.