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Creu Roja entrega ropa, desayuno y ducha a más de 20 personas sin techo cada día en Sabadell.
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Parte de ellos sobrevive entre la entidad, la biblioteca, el comedor social y la calle.
El hambre no hace vacaciones y en el contexto de emergencia social actual, muchas personas están en riesgo. Por ello, las entidades solidarias mantienen el mes de agosto algunos servicios de ayuda a los más necesitados. Creu Roja presta cuatro días a la semana un servicio de duchas, ropa y desayuno social para personas sin techo.
José Antonio Ibáñez, sabadellense de 52 años, trabajaba como albañil en la construcción hasta el año 2009. Desde septiembre del año pasado, asegura que no tiene ningún ingreso. Soltero y sin hijos, vivió una temporada con un hermano en Can Roqueta pero desde hace meses duerme en la calle. En concreto, en el parc Taulí. Habla sin tapujos de su situación y asegura que sobrevive gracias a la colaboración de entidades solidarias como Creu Roja o las monjas de la orden de Teresa de Calcuta. Acude cada mañana a Creu Roja, donde se ducha, cambia de ropa y desayuna. Después va a la biblioteca Vapor Badía, donde van también algunas personas sin techo más para consultar internet o leer la prensa. A mediodía come en el comedor social de la parroquia de Sant Salvador (Covadonga) y por la noche duerme al raso en el parque junto con dos hombres más.
Desde que está en paro, Ibáñez buscó suerte en Córdoba (de donde es originario) y en otros sitios, pero al final volvió a Sabadell. “Tengo 52 años y ahora ni trabajo ni paro ni paga ni ayuda. Me veo en la calle”, asegura, mientras que pone en valor su buen estado físico y experiencia en la construcción. “Pero en la calle no hay nada, ni ropa ni comida ni nada y venimos aquí, donde nos dan desayuno y ducha”.
Ibáñez mantiene la rutina de lunes a viernes, desayunando en Creu Roja y comiendo en el comedor social. El servico de se presta entre semana. “¿Cómo comes el fin de semana? -pregunta el redactor-. Guardo todo lo que puedo durante la semana y como lo que pillo por ahí porque no tengo ningún ingreso -responde él-“.
Es malo vivir así, menos mal que no tengo hijos porque aún sería peor”, se lamenta. “Es una verguenza que después de trabajar toda la vida ahora no tenga ni para lo justo. No hay derecho”, dice a la salida del desayuno.
José Antonio Ibáñez es una de la quincena de personas que este martes acudieron al servicio de duchas sociales de Creu Roja, que este mes de agosto se ha incrementado a causa de las vacaciones en Cáritas (entidad que presta el servicio el resto del año). A las 9 horas, de lunes a viernes (excepto el miércoles) más de 20 personas se duchan, cambian de ropa y desayunan en la entidad social. El jueves, además, reciben dos bocadillos para el almuerzo, ya que el comedor social de Covadonga cierra.
El servicio se mantiene en agosto, sobre todo, gracias a los voluntarios, que han crecido desde el inicio de la crisis. Así también son una de las tres entidades que entregan los lotes de comida para los 220 niños en riesgo de malnutrición que hay en la ciudad. Batseba Llardem es voluntaria de Creu Roja desde hace muchos años. Prepara el café y los desayunos. Asegura que hace de todo en la entidad: “ayudo en todo lo que puedo”. Este mes de agosto ha acudido todos los días a la Creu Roja, ya que hacía más falta que nunca.
Venir aquí me aporta esto media vida. Me gusta hacerlo porque me gusta hacer el bien y estar con los que lo necesitan…”, dice contenta mientras empiezan a llegar los primeros usuarios del servicio.
Montserrat Font hace cinco años que ayuda en Creu Roja. Se inscribió justo al inicio de la crisis económica. Entró por cooperación internacional pero los efectos de la crisis en la ciudad cambiaron su papel en la entidad:
Empezó la crisis y esa situación implica muchísimo. Nos implica a todos cada vez más. Es el momento de implicarse porque hay trabajo para todos. En mi caso sufro mucho por los demás y ver que los niños tienen problemas como la desnutrición hace que me implique a tope” .
Este martes Font, que es vicepresidenta de Creu Roja pero en el servicio es una voluntaria más, pasaba la lista y daba la bienvenida a los usuarios. “Hoy ha llegado una persona nueva al servicio”, al que hay que abrirle una ficha. El chico, un joven checo de 26 años, asegura que ha acabado en Sabadell durmiendo en la calle de camino a Alicante, donde tiene a “mi chica”, para ir a buscar trabajo. Asegura que necesita dinero para el tíquet de tren y que tiene hora en Cáritas, para que le asesoren. “¿Sabe quién me puede ayudar?”, pregunta en un buen inglés, antes de irse, duchado y cambiado pero sin desayunar.
Marta Campillo y su hermana gemela, de 19 años, hace un año que ayudan en Creu Roja. Este martes entregaban la ropa a los asistentes a las duchas sociales que la entidad recibe como donación de los ciudadanos. Las dos estudian y empezaron a ayudar en Creu Roja sensibilizadas con la situación actual.
Siempre nos ha gustado el voluntariado y hoy hace más falta que nunca. A nosotros nos aporta mucho porque nos enseña muchas cosas y conoces gente de todo tipo”, dicen mientras entregan toallas.
La técnica de intervención social de Creu Roja, Núria Fabregat, asegura que en los últimos años ha aumentado el número de voluntarios, incluido el de jóvenes, “al contrario de lo que puede pensar mucha gente; es un hecho que rompe tópicos”. Respecto a los usuarios, asegura que acuden personas sin techo que duermen en la calle, cajeros o naves abandonadas en pleno Centro de Sabadell pero también personas que viven en un domicilio pero que no tienen agua, luz ni gas “y no tienen opción de tener higiene personal ni alimentación”. “Hay días que tenemos 15 usuarios y otro 30 pero la media es a partir de 20 personas al día”, reconoce a la vez que asegura que los usuarios fluctúan mucho.
A partir de las 9.30 los usuarios del servicio empiezan a salir. Algunos con mochilas o incluso pequeñas maletas, donde llegan sus enseres. Otros con poco más que la ropa que se acaban de poner. Algunos salen rápido, buscando el anonimato de la ciudad, mientras otros se entretienen más. Todos, sin embargo, se marchan solos. “Yo ahora me voy a la biblioteca. Miro el diario, entro en internet y busco trabajo. Después de comer, por la tarde también lo hago”, dice José Antonio, sin prisa, a la salida de la Creu Roja.