El tradicional acte reivindicatiu que canvia cada 14 d’abril el nom del carrer d’Alfons XIII pel de carrer de la República ha estat aquest any una mica més festiu. Les entitats celebren l’aprovació d’una moció al ple per dur a la realitat, durant tot l’any, el que ells fan cada 14 d’abril.
Fa una setmana el ple va aprovar, amb els vots de PSC, Entesa, EUiA, ICV i el regidor no adscrit Carles Marlés un canvi al nomenclàtor de la ciutat: el carrer d’Alfons XIII passarà a ser el carrer de la República. La proposta ve de la mà de l’entitat Sabadell per la República, que cada 14 d’abril ja canvia simbòlicament el nom del carrer amb unes enganxines.
Aquest dimarts, 14 d’abril, i com cada any des de fa una dècada, unes poques desenes de persones ho han tornat a fer. Pujats a les escales han enganxat uns cartells sobre la placa del carrer d’Alfons XIII. Esperen, això sí, que sigui l’últim i que el canvi al nomenclàtor sigui àgil governi qui governi a partir de maig.
En el debat al ple, CiU va votar en contra perquè considera que el canvi provocarà molèsties i tràmits burocràtics evitables i en alguns casos una despesa econòmica al veïnat. El PSC, que va votar a favor, també ho considera en part i per això proposaven denominar la plaça del Mercat com a plaça de la República. Però finalment també va votar a favor. El PP s’hi va oposar. No a tenir un carrer dedicat a a la República sinó a tenir-lo suprimint el d’Alfons XIII, segons van dir.
En lloc de canviar el nombre del carrer, l’ajuntament hauria de ficar semafors a la cantonada del carrer Alfons XIII amb Narcis Giralt que des de que circulan busos ambdos sentits n’hi han molts accidents. Aviat serà el carrer del Vianant Atropellat.
Felicidades para la Asociación Sabadell per la República, que ha logrado evitar la vergüenza de tener en nuestra ciudad una calle que honoraba a un personaje siniestro, corrupto, involucrado en mil asuntos de enriquecimiento personal (en las aventuras coloniales, en los negocios de implantación de la red telefónica, etc.) y cómplice con el establecimiento de la Dictadura de Primo de Rivera, en septiembre de 1923, saltándose la propia constitución monárquica de 1876. Porque el nomenclátor de una ciudad expresa cuáles son los valores que forman parte del patrimonio histórico, intelectual y moral de sus habitantes. Por eso se procura que aparezcan en el mismo las personas y las instituciones merecedoras del respeto y admiración local y universal.
Es evidente que el bisabuelo crápula del actual okupa del Palacio Real de Madrid no reunía ninguna cualidad merecedora de nuestro reconocimiento ciudadano. Bienvenida sea, pues, su desaparición de nuestro callejero.
La República, las dos Repúblicas que han existido fugazmente en España, representan el intento de las capas populares y de las minorías progresistas ilustradas por incorporarnos a la Europa civilizada, acabando con las seculares injusticias y desigualdades que hacían de España uno de los países más atrasados de Europa. Ambas repúblicas, tras el fallido intento de introducir moderadas reformas, fueron aniquiladas a sangre y fuego por los grupos sociales beneficiarios del injusto reparto de la renta del país, ayudados en la última ocasión por las potencias fascistas, ante la pasividad cómplice de las democracias occidentales. En el escaso tiempo de que dispuso la Segunda República, pudo dejar en las generaciones siguientes el recuerdo de sus esfuerzos en favor de la educación universal, de la articulación armónica entre los pueblos de España, de la introducción del voto femenino, de la separación entre la iglesia y el Estado, de intentar reformar la anacrónica estructura de la propiedad agraria. Por ello es merecedora de nuestro respeto, de nuestro homenaje, y de nuestro recuerdo.
Es de agradecer el apoyo de algunos grupos políticos a la moción de cambio de nombre instigada por la Asociación Sabadell per la República. En cambio, se han puesto en negativa evidencia los grupos que se opusieron. No nos extraña la oposición del PP, puesto que ellos son los herederos políticos (y biológicos) del franquismo, pero nos ha sorprendido la oposición de CiU, teóricamente republicana y antimonárquica. El argumento de que fuesen los vecinos de la calle afectada quienes decidiesen el cambio es un insulto a la inteligencia y a la cohesión de la ciudad.
Una última observación, que es doloroso efectuar, en relación a estos vecinos de la calle dedicada al monarca expulsado en 1931. A estas alturas de la Historia no se puede alegar desconocimiento acerca de las “virtudes” del titular de la calle. Tampoco pueden ignorarse, a pesar de su relativa modestia, las campañas desarrolladas durante los últimos años para el cambio de nombre. ¿Cómo es posible que estos vecinos no hayan tenido la sensibilidad para pronunciarse durante estos años?