ARTÍCULO DE OPINIÓN
Manuel Navas, sociólogo
Nadie nace siendo demócrata, ni de extrema derecha/fascista. Son nuestras circunstancias las que explican el por qué interiorizamos determinados valores. Es cierto que existen factores como el género, clase social, lugar de nacimiento, etc., que tienen una enorme influencia, pero, por sí solos, no determinan completamente nuestras opciones. Un ejemplo son las personas de clases trabajadoras o migrantes que votan a quienes, objetivamente, actúan en contra de sus propios intereses. Y, en ese estado de cosas, lo que sigue es un breve repaso de lógicas para defender la democracia y, en consecuencia, para ser antifascista.
1. Extrema derecha/fascismo versus coexistencia pacífica. La IIGM se sitúa en un contexto histórico imposible abordarlo aquí, pero recordar que se trató de una guerra que tuvo como ejes fundamentales la expansión territorial, ideológica y militar, con el sustrato económico, del régimen nazi de Hitler y el fascista de Mussolini y con un terrorífico balance: 25 millones de muertos en el frente, 11 millones en campos de concentración, 50 millones de civiles, millones de mujeres violadas, la destrucción de ciudades e infraestructuras… No condenar de manera inequívoca o adherirse a esa ideología equivale a convertirse en cómplices de aquella barbarie y que hoy, en auge, representa una amenaza directa para la convivencia humana, la paz mundial y la sostenibilidad del planeta.
2. Extrema derecha/fascismo versus democracia. Más allá de postureos, el objetivo político último de la extrema derecha/fascismo es la dictadura. Democracia y extrema derecha/fascismo son incompatibles al representar visiones opuestas sobre la organización del poder y la sociedad. Mientras la democracia se fundamenta en la soberanía popular ejercida a través de representantes elegidos en un sistema de pluralismo político y la división de poderes entre legislativo, ejecutivo y judicial (aunque en España eso parezca una broma), en el fascismo el poder se concentra en una figura/élite autoritaria, eliminando la soberanía popular y el pluralismo político, valiéndose de cualquier medio para conseguir su fin, sea utilizando las instituciones democráticas para subvertirlas, como en la Alemania de Hitler o a través de las armas, como el franquismo para decapitar la democracia republicana española o, aquí y ahora, utilizando los medios de comunicación-lawfare, los bulos, la desinformación y la polarización social como estrategia para desestabilizar el sistema democrático para provocar lo que se viene llamando “golpe de estado blando” en un intento de lograr, con malas artes, lo que no lograron en las urnas.
3. Extrema derecha/fascismo versus justicia social. El fascismo representa el antónimo de la equidad y la justicia social, porque su estructura ideológica, al estar diseñada para perpetuar un modelo social basado en la jerarquía, la exclusión y la dominación, rechaza la igualdad básica de los seres humanos, considerando que algunos grupos merecen más derechos, privilegios y oportunidades. Es un pensamiento que apela a las emociones como el miedo, el resentimiento y el odio, desalentando el análisis racional y crítico. Por el contrario, la justicia social se fundamenta en principios éticos, evidencia objetiva y el respeto mutuo. Busca garantizar la igualdad de derechos, oportunidades y dignidad para todas las personas, promoviendo una sociedad más inclusiva y equitativa.
4. Extrema derecha/fascismo versus cultura. La cultura fascista se enzarza en una guerra cultural caracteriza por valores y prácticas que exaltan el nacionalismo extremo, el autoritarismo, la obediencia ciega al líder, el negacionismo y por anular la libertad de pensamiento y el respeto a la diversidad. Una concepción en las antípodas de lo que, desde la ilustración, se entiende por cultura como conjunto de logros intelectuales, morales y materiales que representan el progreso de la humanidad, asociado con la civilización, el desarrollo y la emancipación del ser humano mediante la razón, la educación y el conocimiento.
5. Extrema derecha/fascismo versus sociedad. El fascismo se basa en la supremacía de un grupo sobre los demás, promoviendo racismo, xenofobia, homofobia y otras formas de opresión. El miedo, la censura y la violencia desintegran la solidaridad social. Una práctica destructiva y deshumanizadora que se repite como vemos con el genocidio del sionismo en Gaza.
Epílogo. Es cierto que las circunstancias moldean nuestros valores, ideologías y, en consecuencia, nuestras acciones. Sin embargo, también es verdad que, mediante el razonamiento, estas convicciones pueden cambiar porque, para las personas de buena voluntad, la ideología de extrema derecha/fascista no es una enfermedad incurable. Como antídoto para cuestionar esta perspectiva reduccionista, un excelente punto de partida es recurrir a la cultura, que fomenta una mayor capacidad crítica frente a lo que nos rodea y, en última instancia, nos hace más libres y el conocimiento de la historia que nos permite reconocer los errores del pasado y evita que los repitamos. No obstante, al final, todo se reduce a una elección fundamental: optar por un modelo social basado en la democracia, o inclinarse hacia un sistema autoritario que sacrifica estos valores en favor de la dominación. Esa es la cuestión.
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Foto de portada: eleccions al 2019. Autor: David B.