L’ESTAT DE LA CIUTAT (VI)
Después de cuatro años desde el estallido de la crisis financiera, aumenta el malestar social ante el deterioro de las condiciones de vida y de trabajo, con la única perspectiva que éstas puedan empeorar. La jornada de la huelga general del 29-M fue un excelente observatorio para tomar la temperatura social de la ciudad.
En el Vallès Occidental el paro fue masivo en las zonas industriales y transporte público, alto en servicios, educación y sanidad y desigual en el comercio.
A diferencia de la anterior huelga general contra la reforma laboral del presidente socialista Zapatero (septiembre de 2010), las centrales mayoritarias, CC.OO y UGT, echaron el resto. Se jugaban su credibilidad ante los trabajadores y su futuro como organizaciones, frente a una reforma que imprime un giro radical de las relaciones laborales en España a favor de la patronal, recorta derechos de los trabajadores y reduce a los sindicatos a un papel testimonial en las empresas, alterando los equilibrios de poder en los centros de trabajo.
También pudo comprobarse el crecimiento de la central anarcosindicalista CGT que está convirtiéndose en el referente de los sectores más combativos del movimiento obrero y de los muy diversos colectivos anticapitalistas.
Ambas convocatorias conectaron con el malestar de amplios sectores de la ciudadanía que acudió a las dos manifestaciones que partieron de l’Eix Macià, reuniendo unas 10.000 personas, el doble de las que desfilaron no hace ni dos años contra Zapatero. Según fuentes sindicales, en las jornadas preparatorias a la huelga, se notó como muchos trabajadores que no suelen participar en los piquetes informativos se ofrecieron voluntarios para apoyar la movilización.
La carga de los antidisturbios
Como ocurre en todas las huelgas generales, desde las cuatro de la mañana piquetes de las diversas centrales sindicales peinaron los polígonos industriales con el objetivo de parar la entrada del primer turno de las seis.
A las siete partió de la Plaça del Treball (Gràcia) el “piquete unitario” compuesto por unos 200 miembros de la plataforma SBD Lluitant formado por militantes de CGT, CNT, COS, CUP, PCPE, Plataforma Afectados por la Hipoteca, Moviment Popular de Sabadell, Justa Revolta, Algo Diferente, la Centre Social Alliberat La Mekànica y miembros del 15-M que procedieron a cortar el tráfico en la rotonda de la entrada sur de la ciudad y posteriormente la Gran Vía y la Avinguda de Barberà. A lo largo del recorrido se formaron barricadas con contenedores de basura algunos de los cuales fueron quemados. Desde el primer corte de tráfico, unidades de la Policía Municipal y antidisturbios de los Mossos d’Esquadra siguieron de cerca la marcha del piquete.
A las 8,45 horas, a la altura de la calle Brutau se produjo una dura carga de los antidisturbios, precedida por los avisos de algunos policías urbanos: “Corred que vienen los malos”. Los mossos hirieron a varios miembros del piquete y detuvieron a seis jóvenes. También retuvieron y agredieron a tres periodistas de Vilaweb Sabadell, a una de las cuales le borraron las imágenes de la cámara. A quien suscribe estas líneas, tras identificarse como periodista, se le impidió ilegalmente el paso a la calle Brutau, sin duda para evitar testimonios incómodos de la represión.
A primera hora de la mañana, el conseller de Interior, Felip Puig, calificó la huelga general de “campo de entrenamiento para los violentos” y advirtió que actuaría sin contemplaciones, quizás animado por la sentencia absolutoria por la actuación de los Mossos d’Esquadra en el desalojo de la acampada del 15-M en Plaça Catalunya.
El president Artur Mas y el conseller Puig se inscriben, como se demostró a lo largo de la jornada, en la peor tradición de la burguesía catalana, siempre partidaria de la mano dura contra las movilizaciones obreras y populares, como Enric Prat de la Riba en la Semana Trágica (1909) o Francesc Cambó en la huelga de La Canadiense (1919), por no mencionar su criminal responsabilidad durante los años de plomo del pistolerismo (1919-1923) contra la CNT.
Dos manifestaciones
A las diez de la mañana, en el Eix Macià a la altura de El Corte Inglés, símbolo del capitalismo monopolista español, empezaron a concentrarse, por un lado, los piquetes y manifestantes de CC.OO y UGT, por otro, los de la CGT y grupos afines. Juntos pero no revueltos.
La central anarcosindicalista, escindida de la histórica CNT, se ha construido en radical oposición al sindicalismo burocrático de CC.OO y UGT. En la CGT han confluido numerosos cuadros obreros procedentes de los sindicatos mayoritarios, hartos con las estrategias pactistas de las cúpulas, como en el caso del “pensionazo”. Por ello sus relaciones son de franca hostilidad.
Dando una vuelta por las dos concentraciones, podía observarse su diversa composición social y generacional. Mientras en los sindicatos mayoritarios abundaban personas de la generación de la Transición, en la CGT se veían muchos estudiantes y jóvenes de barrio, algo inédito desde hace muchos años.
La manifestación de CC.OO y UGT, que reunió a unas 7.000 personas, finalizó con la lectura del manifiesto conjunto en la abarrotada plaza del Ayuntamiento, donde los secretarios generales comarcales de CC.OO, Antonio Díaz, y UGT, Josep Santcristòfol, anunciaron la continuidad de las movilizaciones si no se retiraba la nueva normativa laboral.
La marcha de CGT, que partió media hora más tarde, reunió a unas tres mil personas y siguió un recorrido casi idéntico. En la puerta del Mercat Central se produjo un incidente entre algunos manifestantes y paradistas donde se experimentaron momentos de gran tensión y que acabó con el cierre de la lonja. En el manifiesto final se criticó con dureza a los dos sindicatos mayoritarios y se apostó por profundizar en la estrategia de articular torno a la CGT a los colectivos anticapitalistas para continuar la lucha hasta la derogación de la reforma laboral y más allá.
Posteriormente, un centenar de militantes y familiares se concentró frente a la Comisaria de los Mossos d’Esquadra de la carretera de Prats para exigir la liberación de los detenidos, uno menor de edad, cosa que se consiguió a media tarde cuando fueron puestos en libertad con cargos de “alteración del orden público”.
El movimiento del 15-M fue el primer un indicador de la irrupción en la vida pública de una generación, en un país con una tasa de paro juvenil del 50%, a quien el sistema capitalista no ofrece ningún futuro y que exige cambios radicales. Éste fue, desde el punto de vista político, la principal novedad y el dato más relevante de la jornada: la creciente movilización de sectores de la juventud, del centro y de barrio, en torno a organizaciones situadas fuera de los grandes partidos y sindicatos del régimen de la segunda Restauración borbónica.
