Flipo con lo que me cuentan. Ya había oído otras historias. Esas Vacances de la Gent Gran, el IMSERSO sabadellense inventado por Manuel Bustos, suprimido por el gobierno del cuatripartito entre el 2015 y 2019, y restituido por Marta Farrés, da mucho que hablar. Ninguna otra ciudad de España, que yo sepa, dispone de estas salidas para sus mayores. En eso sí que somos un referente. De hecho, llevo oyendo narraciones y sucesos desde el inicio, no recuerdo exactamente el año. Ya por aquel entonces había muchas sospechas en la adjudicación de los viajes. Mucho dinero a una sola agencia. Mucha propaganda, muchos intereses, mucha necesidad de destacar como ciudad… Tanto, que mucha gente no entendió cómo, existiendo un programa de vacaciones a nivel estatal, se montaba uno a nivel municipal. Al principio, muchas adjudicaciones a amiguetes que viajaban varias veces al año. Todo se sabía porque los nombres salían publicados. Como en otros temas, todo el mundo calló.
La propuesta de viajes municipales ha ido aumentando, tanto como su publicidad, pero la realidad es que quedan vacantes muchos de ellos. Los precios también se han incrementado y el servicio dista mucho de ser eficiente. Escribo esto por las informaciones de las personas que han viajado en alguno de ellos. Pero quizás lo más sorprendente es que no se sabe el programa de actividades hasta que no se ha pagado, algo que carece de sentido. Por eso, es sospechoso que se cambie el hotel en el último momento o que no se hagan alguna de las visitas programadas. Por ejemplo, en el de Roma, el hotel se encontraba a una hora del centro de la ciudad y se visitan dos pueblos a una hora y media de camino y que carecen de importancia, teniendo en cuenta las posibilidades que ofrece la capital italiana. Tampoco está prevista la visita a la Basílica de San Pedro, ni al Castillo de Sant’Angelo, ni a la Boca de la Verdad, ni al barrio de Trastevere. Tampoco al foso del Coliseo, una visita tan rápida que no da tiempo de nada. Se echa en falta un paseo nocturno por Roma, pero no, a las ocho a cenar y a dormir.
Lo de Nápoles es más grave todavía. El hotel, que tampoco era el mismo que se había dicho en la reunión previa, estaba a 60 kilómetros de la ciudad italiana. Antes, en Sabadell, la concentración de un numeroso grupo de 50 personas tuvo lugar a las tres de la madrugada, lo que suponía no dormir o dormir muy poco. La llegada a Nápoles no preveía ir al hotel, sino empezar la visita, siempre a pie, sin haber descansado nada, sin haber podido, ni tan siquiera, lavarse la cara. Después, unos guías que no tienen en cuenta la cantidad de gente que les sigue, cada uno con una marcha diferente, una maleta que se pierde y que obliga a los dueños a comprarse ropa. No solo eso. No hay derecho a reclamación. No hay lugar a ninguna indemnización; parece ser que el seguro no lo cubre. Pero ¿hay seguro?
No se visita Capri, quizás lo más bonito cerca de Nápoles. Tampoco el Castillo de Sant’Elmo, ni la Nápoles subterránea, uno de los encantos de esa ciudad que solo consta en el programa, pero que es ignorada por la organización de esas Vacances de la Gent Gran. ¿Quieren más? La visita a Pompeya incluye únicamente un guía durante una hora. Mucha gente, mucha cola. Solo da tiempo de ver el Foro y el Teatro. ¿Qué se puede ver en una hora? Prácticamente nada. Ni el magnífico anfiteatro con capacidad para 20.000 personas y considerado el mejor conservado de Europa. Hay más. El trayecto en ferry entre Salerno y Amalfi no entra en el precio total establecido por el Ayuntamiento de Sabadell; cuesta 20 euros. No es obligatorio, pero no hay alternativa para los que no lo hacen. Deben esperar en Salerno hasta que vuelva el resto del grupo.
¿Algo bueno en todo este desaguisado? El trato del personal del hotel. También el propio hotel. A pesar de estar lejísimos de Nápoles, la comida estaba muy bien, nada escasa, bien servida y muy bien presentada; incluso una persona vegetariana no tuvo problema para seguir con su alimentación. No obstante, tan solo disponía de una máquina de café en el comedor para un establecimiento con 74 habitaciones. Pueden imaginar la cola para el desayuno.
Lo demás, un despropósito. 895 euros (ahora ya son 1.075 euros) por seis días y cinco noches que no cumplen con las expectativas. Es verdad, te llevan y te traen de aquí para allá. Pensión completa, eso sí. Pero ni aun así sale a cuenta. Otros me aseguran que hacen varios viajes al año porque siempre sobran plazas. La mayoría, que si hubieran sabido el programa completo y detallado por adelantado, nunca se hubieran apuntado. Ahí lo dejo.
Ah, no, se me olvidaba algo más. El autocar que recogió a la gente en diversos puntos de la ciudad a esas horas intempestivas de la madrugada, deja a los sabadellenses que han ido a Nápoles en la estación de autobuses. Son las cuatro de la tarde. Cae un sol de justicia. Cada uno que se espabile, con sus maletas, con sus edades. Empieza una marcha asfixiante hacia la parada del bus. ¿Tan difícil era dejarlos en los mismos puntos de encuentro del inicio? No hay más palabras. Sigo flipando.
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