ISabadell.cat
‘Ya no quedan escuelas en Gaza’, por Josep Asensio

“Queremos que la guerra termine. Queremos volver a casa. Queremos volver al colegio. Queremos hacer algo útil. Hace mucho tiempo que no comemos comida sana. Queremos volver a casa y llevar una vida normal. Esto no es vida. En lugar de hacer los deberes, busco plástico y cartón para encender el fuego y cocinar. Espero que la guerra termine para poder volver al colegio”.

Malak, desde Gaza.

Esta semana se ha iniciado el curso escolar en toda España; la anterior, en la mayoría de países de Europa. Atrás quedan vacaciones y recuerdos de playas, de monumentos, de visitas a centros comerciales, a parques acuáticos, a hoteles, a museos… Una vorágine de destinos y de viajes que pone a prueba la capacidad de ciertos sectores económicos para adaptarse a esa realidad, así como la aptitud o la ineptitud de personal y empresas para dar una imagen más o menos competente. Los niños y las niñas juegan un papel muy importante en estas vacaciones en las que la familia vuelve a unirse y convivir las 24 horas al día. No son pocos los padres y madres que sueñan con el primer día de clase. No hace falta explicar por qué.

Pero hay un lugar en el mundo donde esta semana, ni la que viene, ni la otra, ni seguramente en mucho tiempo, la escuela no va a abrir. Se calcula que casi 700.000 niños, niñas y adolescentes en Gaza van a quedarse sin clases otro año más. Una generación perdida, la llaman muchos analistas; un objetivo para acabar con la historia, con el presente y el futuro de todo un pueblo, pienso yo. Ya nadie duda de que se está produciendo un genocidio, una limpieza étnica y un borrado concienzudo de Palestina, de sus habitantes, de cualquier atisbo de conciencia sobre esta colectividad. La escuela, el pilar básico para la educación de las personas, el sostén de la cultura y la esperanza de nuevas generaciones, ha sido aniquilada por Israel. Pero a estos asesinos no les ha bastado con destruir la infraestructura, porque saben que el pueblo palestino está acostumbrado a resurgir de sus cenizas. Había que matar a esos niños antes incluso de que pudieran pisar una escuela. Y así lo están haciendo, con el silencio y la connivencia de Europa, que es, a mi juicio, la que se ha dado golpes de pecho durante décadas defendiendo los derechos humanos y debería hacer algo.

Me emociona ver vídeos de maestros y maestras frente a un grupo de alumnos en Gaza intentando sobrevivir a las bombas de Israel con la cultura, leyendo cualquier hoja de un libro rescatada de entre los escombros, cantando o recitando poemas de escritores palestinos, escribiendo en cualquier pizarra las letras para empezar a leer, a sumar, a entender este mundo que les ha traído tanta destrucción y tanto desprecio.

Foto portada: refugiados palestinos en Gaza. Foto: @UNRWAes via X.
Refugiados palestinos en Gaza. Fuente:

También padres y madres que, a pesar de la imperiosa necesidad de encontrar comida y bebida, de intentar vivir con algo de dignidad, reúnen pequeños momentos en su quehacer diario para enseñar a sus hijos a leer y escribir. En esos instantes, el boca a boca cumple una función tan significativa, primordial, diría yo, que es imposible no empatizar con esa gente que no va a dejarse exterminar.

Por eso vuelvo a reclamar, casi a implorar que, desde las escuelas, desde las asociaciones de familias, desde los sindicatos docentes, se transmita al alumnado, al profesorado, a la sociedad entera, que no nos olvidemos del sufrimiento de la población gazatí, de esos niños y niñas que no pueden acceder a una educación mínima y en condiciones. Necesitan nuestro aliento, nuestros mensajes, nuestros poemas, nuestros dibujos. Nunca fue tan esencial este trabajo. Lo escribí hace unos meses cuando recordé la movilización sin precedentes durante la guerra en Bosnia. Decenas de profesores lograron enviar material escolar a esa zona de los Balcanes y diversas escuelas y ayuntamientos se hermanaron con las de allí. Ahora, con Gaza, el silencio de la comunidad educativa es, como poco, sorprendente. No me puedo creer que la escuela vaya perdiendo poco a poco la humanidad que tenía. No puedo pensar que los educadores se hayan convertido en meros robots transmisores de información y no tengan un momento para explicar que en Gaza quieren ir a la escuela, que esta es de suma importancia para el devenir de cualquier persona, de cualquier nación. No quiero pensar que los equipos directivos, bajo el pretexto de no meterse en política, pasen de largo y miren hacia otro lado ante la magnitud de esta tragedia.

Hace unos días veía el vídeo de una niña palestina de Gaza que pedía que la masacre acabara, que quería volver a la escuela con sus compañeros. Muchos habían sido asesinados y aún permanecían bajo los escombros. Su maestra también había sido asesinada junto a su familia. El testimonio era desgarrador. No obstante, a pesar de esas explicaciones, suplicaba que la escuela volviera a abrir, aunque fuera solamente rodeada de ruinas, aunque de vez en cuando cayeran bombas a su alrededor. Se la veía demacrada y delgada. Seguramente su alimentación no era la normal para una niña de su edad. Israel también los mata de hambre cuando las bombas no lo consiguen. La situación en Cisjordania tampoco es mucho mejor.

“El año pasado por estas fechas, inauguré el curso escolar con los niños del campamento de Jenin. Ahora, estos alumnos han sido desplazados por la fuerza de sus hogares y las escuelas de la UNRWA en el campamento permanecen en silencio”, afirma Roland Frederick, director de Asuntos de la UNRWA.

Esa niña es ni más ni menos el reflejo de la necesidad de aprender, del saber como herramienta de construcción frente a la barbarie y la destrucción que impone Israel. Un derecho que ha sido arrebatado por la fuerza, un privilegio que impide el desarrollo de personas a las que se les somete con el hambre y enfermedades provocadas por el aislamiento. Los más pequeños, los que quedan vivos, vivirán siempre con el recuerdo de quienes no les dejaron aprender. Desde cualquier país del mundo tendríamos que ser receptivos a esa miseria humana que imponen los judíos sionistas. Desde este nuestro mundo civilizado, que puede padecer cualquier día, no lo olvidemos, el designio de los fanáticos, deberíamos transmitir algo de humanidad. Hay caminos para hacerlo; existen fórmulas. Si no reaccionamos, somos cómplices. No me cansaré de repetirlo.

L’espai d’opinió reflecteix la visió personal de l’autor de l’article. iSabadell només la reprodueix.

Foto portada: refugiados palestinos en Gaza. Foto: @UNRWAes via X.

Nou comentari

Comparteix

Icona de pantalla completa