Foto portada: el alcalde de Vigo, Abel Caballero, en el encendido de luces de Navidad 2022-2023.

‘Vigo: luces y sombras’, por Josep Asensio

La ciudad gallega de Vigo se ha convertido en los últimos años en un lugar de peregrinación para aquellos que quieren disfrutar de una iluminación navideña por encima de lo normal. Su polémico alcalde, Abel Caballero, proclamó el pasado día 19 de noviembre “el inicio de la Navidad en el planeta”, en su particular idea de ensalzar un espectáculo que atrae a numerosos visitantes y que, según él, reporta a la ciudad unos 700 millones de euros, aunque nadie sabe de dónde saca esa cifra.

Porque cada año que pasa hay más luces, pero también muchas más sombras. Esos contratos sencillos de decoración e iluminación que se hacían hace unos años, se han convertido en millonarios; el último, en cuatro millones de euros a cuatro años, a los que hay que sumar otro medio millón más en actividades relacionadas con la navidad y, lo más polémico, unos 600.000 euros en subvenciones directas e inserción de publicidad en medios locales para que hablen de la navidad en Vigo. A todo esto, hay que sumar otros gastos nada despreciables en chocolatadas, fotografías y el flashmob de la Navidad de Vigo, que, en su última edición, en 2019, reunió a miles de personas que bailaron, junto al alcalde de Vigo, Abel Caballero, durante tres minutos en un baile dirigido por un elfo. Rubén Pérez, portavoz del grupo municipal de la Marea de Vigo y responsable de política municipal de Izquierda Unida Federal, critica tanto el desproporcionado gasto, que aumenta con otros contratos menores, pero de gran cuantía, así como ese tipo de turismo de excursión que ni pernocta ni cena en los establecimientos vigueses y que vienen a pasar el día en un autocar foráneo que es el que verdaderamente sale ganando. Y no digamos ya el caos circulatorio en una ciudad que no está preparada para recibir a tanta gente. Este año, las colas de entrada a Vigo han sido espectaculares y un perjuicio añadido a sus ciudadanos. De hecho, no es un turismo al que le interese la hostelería, un sector que calla porque no se atreve a verbalizar sus críticas al ayuntamiento, por lo que podría significar de pérdida de subvenciones o convenios (planes de empleo…). Es más, el propio Abel Caballero ha creado una asociación de hostelería afín que aplaude cualquier iniciativa impulsada por él mismo, sin contar la consabida compra de todos los medios de comunicación vigueses que, consecuentemente, nunca reflejarán aspectos negativos de la ciudad.

A todas estas sombras, hay que añadir que la mayoría de los vigueses no son los receptores de esa avalancha de gente que pasea por el pírrico kilómetro cuadrado donde se instala la iluminación. Numerosos colectivos deportivos, vecinales y sociales se ven abocados al más absoluto de los olvidos porque se les afirma que no hay partidas presupuestarias para sus proyectos, mientras observan el derroche en todos los ámbitos durante más de dos meses en unas actividades que no revierten en las necesidades de la ciudad. De hecho, el Ministerio de Hacienda sitúa a Vigo a la cola del gasto social por habitante en España, entre los 50 y 60 euros por habitante, cuando debería estar en los 100, según la Asociación de Gerentes de Servicios Sociales.

A pesar de sus mayorías absolutas, el efecto Abel Caballero, rodeado de sus luces, es cada vez más un globo que se va desinflando porque, claramente, esos contratos no lo son para hablar de la Navidad o de Vigo, sino para ensalzar la figura del alcalde, en una campaña presidencialista continua. La manipulación ha llegado a tal extremo, con esa compra descarada de los medios de comunicación, que ya se alzan voces contra una masificación que dura dos meses y en la que no se promociona la ciudad, ni sus costas, ni sus barrios, ni sus pocos edificios emblemáticos. Los datos corroboran unas campañas de navidad cada vez más flojas en el comercio local y que solo es buena tímidamente en ese parque temático de un kilómetro cuadrado en el centro. El problema, subraya Rubén Pérez, no son tanto las luces, porque las hubo siempre. Se puede discutir si es excesivo gastarse 800.000 euros en iluminación mientras la ciudad padece graves carencias en otros ámbitos. Pero es que ese presupuesto inicial supera los dos millones de euros después de la compra-venta de voluntades, una flagrante e indecente utilización de recursos públicos para focalizar y mediatizar la figura del alcalde.

“Debería haber una legislación que prohíba expresamente que un alcalde o alcaldesa, amparándose en una campaña navideña o institucional, regara de dinero público a medios de comunicación en una supuesta promoción turística, cuando lo que realmente está haciendo es una extorsión, un chantaje”, asegura Rubén Pérez.

Eso no es todo. El retorno económico a los vigueses fruto de ese turismo de autocar nadie lo sabe, aunque Abel Caballero habla de 750 millones de euros que él mismo ha calculado en vista de esos cuatro millones de visitantes que él también imagina y basándose en que cada uno gasta unos 200 euros de media. Unas cifras que, por supuesto, nadie ha contrastado. Lo que sí se sabe es que esos miles de autocares que vienen en exclusiva de las comunidades autónomas limítrofes y también del norte de Portugal, ofrecen viajes de ida y vuelta en el día por 60 euros. Muchos de esos turistas low cost, la mayoría jubilados, vienen con sus bocadillos o comen menús más baratos fuera de la ciudad. Porque otro problema derivado de esa “promoción navideña” de la ciudad de Vigo es el aumento de los precios en hoteles y restaurantes, así como el de la vivienda y el de los alquileres, en una urbe ya muy castigada por la crisis.

Otras ciudades, otros alcaldes y alcaldesas miran con envidia a Vigo, intentando copiar su fórmula de éxito, contratando, incluso, a la misma empresa de iluminación navideña. El problema es que también calcan la parte menos ética, la de la compra de los medios de comunicación para que hablen bien, para que hinchen las cifras de asistencia, para que potencien y visualicen la figura omnipresente del o de la representante municipal. Y quizás lo más lamentable, recortando de partidas sociales para iluminar durante corto tiempo un pequeño espacio de la ciudad. Como Vigo, el resto del año, todo es vacío. Luces sí, pero sin sombras.

Foto portada: el alcalde de Vigo, Abel Caballero, en el encendido de luces de Navidad 2022-2023.

One Comment

  1. Pingback: 'Nadals i Nadals', per Josep Asensio