Ninguno. Excepto obviamente aquellos relacionados con la salud, los viajes inesperados y otros con una lógica inexcusable y concluyente. No obstante, todo parece indicar que las próximas elecciones al Parlamento Europeo van a alcanzar una cifra récord de abstención, mostrando una vez más la indiferencia que tanto nos caracteriza. Paradójicamente, el poder otorgado a la eurocámara es mayor y gran parte de las leyes que nos imponen vienen de ese hemiciclo. Que se lo digan, por poner un ejemplo reciente, a los propietarios de bares y restaurantes que han tenido que trastocar sus presupuestos para incluir aceiteras de un solo uso. Y como ése, otros muchos casos.
Desde siempre he considerado que el hecho de votar era necesario. Vivimos en una sociedad imperfecta, llena de lagunas y donde el ciudadano de a pie es tratado a patadas, y nunca mejor dicho. Al inicio de la democracia en nuestro país, el consenso y el diálogo entre los diferentes partidos era patente y no había esa sensación que ha ido calando últimamente del llamado ‘voto secuestrado’, en donde una formación se frota las manos cuando alcanza la mayoría y se olvida de su programa y de sus electores. Por eso, en las actuales circunstancias ya no se elaboran programas concretos y todo es muy vago, con el objetivo claro de no tener que rendir demasiadas cuentas a los votantes.
Es cierto que se ha perdido la ilusión por las jornadas electorales. Pero, claro, eso le va de perlas a los partidos mayoritarios, que desean una y otra vez un alto índice de abstención para que sus incondicionales vayan a votar y con eso sea ya suficiente para copar cargos y sueldos. Pero no es menos cierto que han salido otras formas de participación que son igualmente válidas, aunque para los mandamases del poder no pasen de ser meras manifestaciones carentes de legitimidad. En la última década, las nuevas tecnologías han irrumpido con fuerza y han demostrado no tan solo su legalidad, sino también su efectividad.
Es el caso de change.org, donde muchas de las peticiones han logrado un éxito increíble, sonrojando a empresas y políticos. Muy meritorio también el trabajo de yayoflautas, movimiento 15-M, Plataforma de Afectados por las Hipotecas, y decenas de asociaciones varias que, éstas sí, tienen la finalidad manifiesta de trabajar en el día a día de la gente.
No obstante, pertenecemos a una cultura donde nos gusta mucho comentar, criticar y valorar, pero dentro de nuestro ámbito de trabajo, en el bar o en las reuniones de amigos. Implicarse cuesta mucho, mientras que enjuiciar y censurar el quehacer de los demás es más sencillo. Si a eso añadimos la falta de soluciones, de apuestas claras por el cambio y la indiferencia cuando se nos demanda un trabajo conciso sobre los planteamientos expuestos, entonces ya somos los campeones mundiales del absurdo. Y ahí, además, en ese gran grupo, se encuentran aquellos que, resignados, transmiten su indiferencia y su pesimismo al resto, haciéndonos creer que no hay nada que hacer, que otros deciden por nosotros y que quedarse en casa es la mayor muestra de rechazo a nuestros gobernantes.
Grave, gravísimo error. Aunque la abstención podría ser considerada toda ella como una desaprobación a las maneras de gestionar nuestro voto, lo cierto es que no cuenta para nada. Por poner un ejemplo cercano, en Sabadell, en las elecciones municipales votaron solamente 75.619 personas de un total de 150.575, la mitad. Con 28.609 votos, el PSC se alzó con la victoria casi absoluta, pero una mayoría abrumadora nunca votó al partido que lo desgobierna. Así pues, a los grandes ya les va bien que la gente se quede en casa porque ésos, nunca serán contabilizados, ni como escaños ni como indignados.
La sociedad española está padeciendo los envites de la Troika. Bruselas pide a España más recortes que se materializarán sin duda después del 25 de mayo. La campaña electoral de los dos partidos mayoritarios es más light que nunca a la espera de los durísimos ajustes esperados. Hay quien cree que no se puede hacer nada, que las miles de manifestaciones que han recorrido España en el último lustro no consiguen sus objetivos, que las firmas virtuales se quedan en la nube y que salir a la calle, denunciar e ir a votar ya han perdido su trascendencia. No es verdad. Aunque parezca un tópico, nos jugamos mucho más de lo que parece. Cada uno de nosotros es libre de decidir cómo y cuándo expresar nuestras opiniones pero un arma de la cual disponemos y debemos utilizar, junto con otras, es, sin duda, la de las urnas. Allí también podemos manifestar nuestra indignación, votando a otros partidos o votando en blanco. Si tan solo la mitad de la abstención fuera a parar al voto en blanco, éste sí se contabilizaría y tendría su sentido, ya que quedarse en casa pudiera significar para muchos que ya está todo bien. A pesar de todo, me niego a pensar que tanto una como otra opción tenga una validez real.
Lo peor está en la resignación, que es lo que impera. Debemos trabajar para el cambio, para que la democracia secuestrada, imperfecta y al servicio de los dirigentes se convierta en la democracia real donde los ciudadanos tengan la representación y la participación que se merecen. Y eso nunca, insisto, nunca se logrará quedándose en casa.
Si, es clar!!!
Ara ens expliques les funcions de la comissió europea i qui la tria, després les funcions del parlament europeu i després ens torneu a dir que anem a votar…