Las dos primeras visitas de Franco (1942 y 1947)

El dictador realizó cuatro visitas a la ciudad en 1942, 1947, 1962 y 1963. Aquí relataremos las dos primeras. Especialmente la de 1942 que tuvo una gran importancia política pues resultó determinante para aposentar a Marcet en la alcaldía y para al ascenso del futuro alcalde falangista, José Burull.

La primera visita del general Francisco Franco Bahamonde tuvo lugar el 27 de enero de 1942, coincidiendo con el tercer aniversario de la entrada de las tropas franquistas en la ciudad. Entonces, José Maria Marcet Coll era alcalde accidental desde 1940, a causa de la baja por enfermedad hepática de Juan Marí Corominas. Marcet, ayudado por el gobernador civil de Barcelona Antonio F. de Correa Véglison, preparó minuciosamente la visita inspirándose en las concentraciones de masas del fascismo italiano.

Discurs de benvinguda de Marcet (dreta) a Francisco Franco
Discurs de benvinguda de Marcet (dreta) a Francisco Franco

El 22 de enero el ayuntamiento de Sabadell publicó un bando, emitido por Radio España de Sabadell donde se invitaba a la población a no dejar “balcón ni ventana sin la colgadura que demuestre el júbilo general”. El día 27 fue declarado fiesta laboral pagada, mientras los agitadores y propagandistas del régimen peinaron la ciudad para presionar a los vecinos a asistir a los actos. Los empresarios y comerciantes recibieron una circular amenazante donde se les conminaba a que obedeciesen al delegado falangista de su establecimiento para que sus trabajadores se concentrasen en determinados lugares de la ciudad, para después incorporarse al desfile ante el general Franco. “Cada ciudadano se concentrará, sin excusa ni pretexto en el lugar que previamente le será indicado por las autoridades o mando”. Del mismo modo las entidades culturales y deportivas recibieron una invitación y la recomendación que convenciesen a sus asociados para participar en el evento.

La víspera de la visita del dictador toda la ciudad estaba llena de banderas rojigualdas, incluso el barrio de Can Puiggener, entonces el único núcleo de barracas de Sabadell. Ese mismo día, para caldear los ánimos, se organizó por la mañana un desfile de los sindicatos verticales y Falange; por la tarde, se realizó otra marcha de los miembros de Educación y Descanso, ataviados con sus respectivos atuendos deportivos y de la Acadèmia de Belles Arts, que diseñaron una paleta y unos pinceles gigantes. También se puso la primera piedra de la Cruz de los Caídos en el Racó del Campanar. El desfile finalizó en la plaza Sant Roc, donde Marcet pronunció una arenga a las masas.

Baño de masas en el estadio de futbol.
Baño de masas en el estadio de futbol.

El evento, cuyo coste ascendió a 14.261,75 pesetas, estuvo precedido por una intensa vigilancia de la policía y los falangistas que denunciaron a quienes no habían colgado la bandera nacional en los balcones o ventanas de sus casas castigados con multas. No obstante, las protestas del concejal Pau Maria Llonch consiguieron que se devolviese su importe a quienes la habían pagado.

Asimismo se elaboró una lista de más de 40 sospechosos quienes, el día de la visita, fueron conducidos a la Comisaría de Policía, entonces ubicada en La Rambla. Desde allí, en un camión de recogida de basuras, se les trasladó donde ahora está el Hospital Taulí. Un capitán de la policía les informó que permanecerían allí hasta que finalizase la visita del Caudillo y que podían hablar aunque se les prohibió “terminantemente hacerlo en catalán”. En sus memorias, Marcet intenta minimizar este hecho. Asegura que “hice todo lo posible” para limitar estas detenciones que los servicios de seguridad del régimen querían extender a “todos los sospechosos o ciudadanos que se encontraran el libertad condicional”.

Demostración de masas

Conocemos los detalles de esta primera visita de Franco a la ciudad, por el capítulo 17 de las Memorias de Marcet. También por el libro hagiográfico de mosén Ernest Mateu i Vidal, Franco en Sabadell, que recoge prácticamente minuto a minuto el periplo del dictador y que le valió ser nombrado archivero municipal. El libro incluye un soneto al dictador del poeta catalanista Joan Arús. El caso de mosén Mateu resulta paradigmático de la actitud de muchos catalanistas conservadores durante la Guerra Civil. Vinculado a la Lliga Regionalista y la Acadèmia Catòlica durante la monarquía de Alfonso XIII, fue animador, junto a mosén Batlle, del grupo escolta Minyons de Muntanya. En la Segunda República se integró en la órbita de Unió Democràtica de Catalunya. Al estallar la guerra se pasó al bando franquista, volvió a la ciudad el 27 de enero de 1939 con el grado de capitán castrense y ofició la primera misa en la Rambla. En la década de 1960, regresó a la matriz catalanista, se hizo miembro de Òmnium Cultural y participó en la antifranquista manifiestació dels capellans de 1966.

Burrull, Marcet i Franco, a la Vella Creu Alta.
Burrull, Marcet i Franco, a la Vella Creu Alta.

A las 9:55 horas Franco hizo su entrada en la ciudad. El dictador vino acompañado de un numeroso séquito: el general Varela, ministro del Ejército, el ministro secretario general del Movimiento, José Luís Arrese, el capitán general de la IV Región Militar, teniente general Alfredo Kindelán, el jefe de la Casa Militar de Franco, general Moscardó, el de la Casa Civil, Julio Muñoz y el gobernador civil de Barcelona Correa Véglison.

El Caudillo fue recibió por Marcet, el segundo teniente de alcalde Miguel Salas Viñals y el jefe de protocolo del viaje de Franco por Catalunya, Martín de Riquer, padre del historiador Borja de Riquer. Los tres iban vestidos con el uniforme de Falange, al igual que el dictador ataviado con el uniforme de jefe nacional de Falange. Franco atravesó la ciudad en un automóvil cubierto, precedido por una escolta de motoristas. Como explica Marcet:

“Al llegar a la Rambla que lleva el nombre del Generalísimo, el gentío era impresionante. El público se apretujaba en las amplias aceras de nuestro primer paseo y se encaramaba a los árboles y farolas del alumbrado, mientras las salvas de entusiásticos aplausos y los constantes vítores eran cada vez más ensordecedores”.

Según Andreu Castells, fue casi imposible no asistir al evento, únicamente algunos miembros de la oposición pidieron al médico un certificado para demostrar que estaban enfermos, “però el pànic era tan gran i les delacions tan abundoses que quasi tothom amb el seu amo i el delegat falangista davant seu seguiren vers al camp del Centre d’Esports, on hi havia Franco instal·lat en una tribuna. I se sentiren crits desaforats que tant podien ser de vells catalanistes, de gent de la Lliga, com de sindicalistes: ¡Viva Franco! ¡Viva Franco!”

El automóvil se detuvo en la plaza Sant Roc donde pasó revista a un destacamento militar. Acto seguido se dirigió, bajo palio, a la iglesia de Sant Fèlix cuyas seis varas fueron sostenidas por Joaquín Sallarès Llobet, cuarto teniente de alcalde en representación del Ayuntamiento, Narciso Giralt Llobet por Falange, José Mª Llonch Gambús por Acción Católica, Manuel Gorina Ramírez por el Gremio de Fabricantes, Arnaldo Izard Llonch por la Cámara de Comercio y Buenaventura Brutau Viloca por la Cámara de la Propiedad Urbana. Allí, el obispo Miguel de los Santos Díaz Gomara, entonó un Tedéum y se rindió homenaje al ideólogo del integrismo Sardà i Salvany.

Burrull, Marcet i Franco, a la Vella Creu Alta.
Visita a la fábrica Gorina. El propietario Manuel Gorina con frac y Marcet hablando con Franco.

Franco recorrió a pie el corto trayecto desde iglesia al Ayuntamiento donde respondió con el saludo fascista a las aclamaciones. Allí fue recibido por el alcalde Marcet y el resto de la Corporación Municipal donde ocupó la presidencia del salón de plenos en cuya cabecera figuraba el enorme retrato del dictador obra del pintor local Antoni Vila Arrufat. Tras el encendido discurso de Marcet y la respuesta del Caudillo (reproducidos íntegramente por mosén Mateu), difundidos por altavoces instalados en la plaza, le fue impuesta la Medalla de Oro de la ciudad que, como escribe Marcet, “había sido acuñada gramo a gramo, entregados por los sabadellenses como expresión de su amor por el Caudillo. Fue ésta una iniciativa magnífica, tan espléndidamente llevada a término que aún sobraron 83 gramos de oro, los cuales fueron entregados para la corona de la imagen de la Virgen de la Salud”.

Tras la ceremonia, salió al balcón central del Ayuntamiento donde fue aclamado por la multitud y presenció el desfile de las fuerzas militares, policiales, falangistas y camilleros de la Cruz Roja que fueron saludos por el dictador con el brazo en alto. El programa continuó con la visita a los servicios del Auxilio Social en la calle Zurbano y a la fábrica de Manuel Gorina donde se reunió una nutrida representación de la clase empresarial. Allí el dictador confesó al fabricante:

“Cuando yo estaba en Zaragoza, me vestía siempre con géneros de Sabadell. Su resultado era tan excelente como el del mejor paño inglés”.

Hacia el mediodía la comitiva se dirigió al campo del Centre d’Esports, sin duda el plato fuerte de la jornada. Como escribe Marcet: “el gran recinto fue el marco de la más extraordinaria concentración de masas que la ciudad había visto jamás”. Instalado en la tribuna de honor presenció la actuación de las juventudes femeninas que ejecutaron varias danzas rítmicas y de los cadetes del Frente de Juventudes que realizaron diversos ejercicios gimnásticos. Como relata mosén Mateu, Franco quedó tan complacido que requirió la presencia del instructor del Frente de Juventudes, el futuro alcalde José Burull Bonastre, quien se dirigió a él en los siguientes términos:

“Te felicito a ti, como fiel representante de la Juventud de la Nueva España”. Cuando Burrull se cuadró ante el general Moscardó, héroe del Alcázar, éste le abrazó y le dijo: “¡Bien muchacho! ¡Eres alto y fuerte como mi hijo!”

A estas felicitaciones le debió Burrull gran parte de su irresistible ascenso en la Falange local. La demostración continuó con la exhibición de la Hermandad de la Ciudad y el Campo con una simbólica ofrenda de las materias primas que intervienen el proceso de la fabricación textil. Luego desfilaron las centurias sindicales de todos los gremios de la ciudad, las entidades de la Obra Sindical de Educación y Descanso. La demostración terminó con la marcha la banda municipal de música que interpretó el  himno nacional y del Movimiento.

Sobre las 13,15 horas el séquito del dictador se desplazó en automóvil al salón de Caixa d’Estalvis donde los ayuntamientos de Sabadell y Terrassa les ofrecieron una comida de gala. Allí le fueron entregados varios regalos, entre ellos, varios libros lujosamente encuadernados del impresor Sallent y un artístico relieve de la Virgen de Montserrat. Finalizada la colación, a media tarde, Franco se despidió de los presentes, camino a Terrassa. El intelectual fascista Ernesto Giménez Caballero escribió un artículo periodístico refiriéndose a esta visita:

“¿Cómo ha sido posible que Sabadell –la ciudad índice del liberalismo demócrata- haya podido, en tres años, pasar a ser el índice más perfecto del sindicalismo nacional que tiene España? ¿Cómo ha sido posible que esta ciudad fabril, que era el Manchester de Cataluña, haya podido, en tres prodigiosos años, recuperar su tradición lanera, corporativa, gloriosa, gremial, de los paraires imperiales? El espectáculo de Sabadell ante Franco en el campo de deportes ha sido el espectáculo más delirante que se haya podido contemplar. Ahí, en Sabadell, se ha puesto en pie de guerra, triunfal, la organización más perfecta del sindicalismo que quizás exista en Europa. Porque el simple cuadrilátero de un campo de deportes, se cuadriculó, en menos de una hora, todo el sistema productor de la ciudad, la más productora de España”.

Este párrafo resulta revelador del enorme rédito político que obtuvo Marcet con esta visita que le valió ser nombrado alcalde de ciudad el 21 de mayo de 1942 y ejercer el cargo hasta el 29 de abril de 1960.

La segunda visita de Franco

El 21 de mayo de 1947 volvió a visitar la ciudad, en el marco de un periplo por Valencia, Mallorca y Barcelona. Como en la anterior, la policía detuvo preventivamente a los “desafectos”. A las 15:30 horas, Franco abandonó el palacio de Pedralbes en dirección a Sabadell. Le acompañaban el ministro de la Gobernación, Blas Pérez, el primer y segundo jefes de su Casa Militar, generales Martín Alonso y Franco Salgado-Araujo y el jefe accidental de su Casa Civil comandante Fernando Fuertes.

La carretera de Barcelona a Sabadell fue tomada militarmente con un hombre armado cada 30 metros. A la entrada de la ciudad visitó el complejo AGILESA, dedicado a la exportación y posteriormente la fábrica textil de Marcet. Posteriormente, se desplazó al Ayuntamiento donde le regalaron diversos ejemplares de libro Tres años de actuación, editado por la Corporación Municipal y Franco en Sabadell de mosén Mateu. El dictador pronunció un discurso sobre el aislamiento internacional a que estaba sometido el régimen y prometió “un generoso perdón para las víctimas de las malas doctrinas”.

A pesar que se decretó día festivo, según Castells, tanto en la Rambla como en la plaza Sant Roc no estaban tan concurridas como era de esperar lo cual se atribuyó a la intensa lluvia. De modo que circularon rumores sobre el disgusto de Franco por la escasa asistencia de público. Por el contrario, para el cronista de La Vanguardia, el aspecto era diferente:

La Rambla del Caudillo ofrecía un imponente aspecto a causa de gentío enorme que se apretaba en la misma, dejando apenas libre la calzada central por donde discurrió la comitiva. Las ventanas y balcones de todos los inmuebles, así como las azoteas de los mismos, negreaban de gente (…) En el momento de hacer la aparición los motoristas que abrían la marcha de la comitiva oficial, la lluvia, que había cesado, comenzó a caer nuevamente con redoblado ímpetu, sin que nadie abandonara el lugar que había, logrado conquistar a fuerza de apreturas y de paciencia. El paso del Jefe del Estado dio lugar a demostraciones gigantescas de fe y de adhesión, que se tradujeron en atronadores vítores y aplausos y en un incansable flamear de pañuelos que daban a la escena un tono inolvidable. Los vítores a Franco, las invocaciones repetidas a su nombre y los gritos atronadores de ¡Viva España! ¡Arriba España!”.

Seguidamente se dirigió al Gremio de Fabricantes. Tras los discursos de rigor, fue obsequiado con una manta de viaje con su escudo personal y otra con el escudo de España que le entregó, Manuel Buxeda, presidente de la entidad. De allí partió a la vecina Terrassa. Pasarían 15 años hasta que el dictador volviese a la ciudad con motivo de las trágicas riadas.

Bibliografia

ACHE, Josep. Els nois de l’Acadèmia en la Pasqua de 1935. Diari de Sabadell, 30 de marzo de 1999.
CASTELLS, Andreu. Sabadell, informe de l’oposició. El franquisme i l’oposició sabadellenca 1939-1976. Edicions Riutort, Sabadell, 1989.
MARCET COLL, José Maria. Mi ciudad y yo. Veinte años en una Alcaldia. 1940-1960. Duplex, Barcelona, 1963.
MARÍN, Martí. La Política en Sabadell al segle XX, Eumo Editorial, Vic, 2000
MATEU VIDAL, Ernesto. Franco en Sabadell. Archivo Histórico Sabadell, 1943.
La Vanguardia. 22 de mayo de 1947.

Foto portada: tribuna del Centre d’Esports con las autoridades franquistas. Todas las fotos del artículo pertenecen al volumen Franco en Sabadell, de Ernest Mateu.

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