Durante mucho tiempo el cine francés ha estado olvidado en las salas de proyección de nuestro país a pesar de contar con una filmografía extensa y de una calidad nada despreciable. Solíamos saber del éxito de alguna cinta porque nos informaban en publicaciones o blogs relacionados con el tema o porque viajábamos a Francia y nos informaban de tal o tal película. Los clásicos quedan ya muy lejos y se hace necesario volver la mirada hacia el país galo.
Curiosamente la televisión ha servido para dar a conocer las comedias francesas más exitosas. Títulos como Salir del armario y La cena de los idiotas no se han visto en salas comerciales pero sí en la pequeña pantalla y en diversas cadenas, con éxito rotundo, lo que demuestra que los actores y los argumentos poseen un humor francés muy comprensible para el público español. Curiosamente también, la película Bienvenidos al Norte, donde es evidente la temática lingüística y cultural existente en Francia, caló hondo en España y logró recaudar 500.000 euros. En toda Europa fueron 20 millones de personas las que disfrutaron de esta alocada comedia, lo que demuestra una vez más que para el humor no hay fronteras.
Otra producción francesa que ha movilizado al público español ha sido Le prénom, traducida aquí como El nombre que ha supuesto también una producción teatral en Catalunya dirigida por Joel Joan. Una vez más, los entresijos y las contradicciones de las personas quedan reflejados en esta comedia con tintes dramáticos que indaga en las relaciones humanas. Y no puedo dejar de resaltar la espectacular acogida de Intocable, con más de un millón de espectadores en toda España.
Pero recientemente ha pasado por las pantallas la última producción gala que tiene que ser tenida en cuenta por los espectadores. Se trata de Les seigneurs, traducida como Un gran equipo y donde destaca la actuación del actor Omar Sy, famoso por su interpretación en la otra película de culto francesa: Intocable. Además de la sencillez de la puesta en escena y la naturalidad de todos los actores cabe señalar la magnífica banda sonora y la localización de los escenarios. El argumento, simple pero a la vez espléndidamente desarrollado pone de manifiesto las dificultades de un modesto club de futbol que, además, puede salvar de la quiebra a una pequeña empresa conservera de la que viven todos los habitantes de una pequeña isla.
El “gran equipo” que intentará salvar a los isleños lo formarán personajes de diversa índole pero maltratados por la vida con puntos en común: todos ellos fueron famosos en el momento álgido de sus carreras futbolísticas y ahora son víctimas del fracaso y del olvido, que naturalmente pretenden recuperar acudiendo al rescate de un equipo de tercera división.
La película tiene momentos significativamente espléndidos cuando después de una pequeña juerga suena música de Bonney M, queriendo emular el famoso baile de Omar Sy en Intocable con música del grupo Earth, Wind and Fire. También cuando se demuestra que las nuevas tecnologías no son precisamente lo más importante en la vida de esos habitantes que solamente viven por y para la empresa de conservas.
Más allá del recorrido argumental de la película y de su final, yo destacaría la importancia de los valores que se transmiten. Personas que han estado en la élite, que lo han tenido todo, dinero, fama y reconocimiento, se unen, porque así se lo pide un amigo, para ayudar a un equipo de futbol al principio, pero a toda una comunidad al final. Queda demostrado que el dinero sirve para lo que sirve pero se prima la parte más humana de cada uno, obviando los intereses más rastreros de la persona y poniendo de relieve el hecho de la unidad para conseguir los intereses que se proponen.
Inevitablemente se escapan unas lagrimillas al final de la película, como en muchas producciones francesas que logran llegar al fondo de los sentimientos de las personas. Pero lo más interesante es que en esta época donde la violencia invade nuestras vidas, una sencilla historia puede convertirse en bandera de unidad, amistad y solidaridad entre personas que aparentemente nada tienen en común.