Cecilia Picún, librera: “Si después de esto somos capaces de seguir practicando la solidaridad, haremos mejor el mundo”

Cecilia Picún es librera. En 2013 abrió el Librerio de la Plata en la céntrica calle Sant Jaume de Sabadell. 

El sábado 14 de marzo cerramos la puerta del Librerío y marchamos con la idea de regresar el lunes, para, al menos, seguir preparando Sant Jordi: continuar con los pedidos a distribuidores, poner precios, preparar los que irían a la parada y los que quedarían en la tienda. Y como cada vez, los buenos propósitos: ‘Este año intentaremos organizar mejor las cosas’.

Pero no hubo regreso al Librerío. Cancelamos actividades, clubes de lectura, presentaciones. El lunes transcurrió con llamadas a los distribuidores, a las editoriales para llegar a acuerdos, porque si no se venden libros, no se puede hacer frente a los pagos.

A través del whatsapp que nos conecta a un grupo de libreros, compartimos incertidumbres, miedos y posibles soluciones. Comenzaron a surgir ideas para reforzar el vínculo con nuestras comunidades de lectores y no perder el placer de la lectura compartida. Desde la web del Librerío creamos el Círculo de Lectores Confinados que contó enseguida con el apoyo y la complicidad de un grupo de editoriales y sobre todo con la buena recepción de los lectores. ¿En qué consiste? Cada día, mientras dure la cuarentena, subimos un cuento al blog que invitamos a leer y comentar (ya llevamos dos decenes) y desde el principio nos impresionó la forma de involucrarse de la gente, reflejada en la profundidad y riqueza de sus comentarios. Otra de nuestras propuestas, también vía web fue la de ‘Cambiemos pandemia por libros‘ en la que invitamos a compartir fragmentos de libros que hubiesen gustado especialmente.

Por otro lado, la solidaridad de nuestra comunidad de lectores se expresó a través del ofrecimiento de comprarnos libros, pagarlos y esperar a recibirlos luego de pasara la cuarentena, una forma de contribuir a la supervivencia de esta pequeña librería y a nuestro deseo de continuar siéndolo. Para todos va nuestro agradecimiento. Al principio una trata de conformarse pensado ‘tampoco está mal, unos días en casa, con tiempo para leer, cocinar, estar en silencio, sin prisas’.

Hoy van veinte días. En estos momentos somos parte de ese tercio de humanidad que vive confinado y cuyo ánimo va cambiando y no siempre está arriba.

Pero es en medio de estos altibajos que leo el artículo de Sergio del Molino donde habla de los vigías de Herbeira, esos hombres que en 1805 encerrados en una habitación de escasos 20 metros cuadrados en los acantilados de la sierra de la A Capelada, al norte de A Coruña, mantenían la vigilancia por si la flota de Nelson se acercaba a la península. Y miro donde estoy: con gente a quien quiero, libros, internet, teléfono. Con amigos con los que vamos hablando cada día. Hay comida en la nevera y ventanas desde donde contemplo La Mola. Estar en casa, es algo que puedo hacer. Porque como dice el artículo “nunca antes la solidaridad y la unidad de un pueblo se habían expresado mediante la separación y el encierro”.

Por eso no pienso en el día de hoy, ni en estos días, sino en otro que vendrá, cuando el año del coronavirus sea un recuerdo y con él viajarán cosas como:

  • La emoción de mi madre en una residencia en Montevideo, al recibir nuestros vídeos.
  • Los resistentes en cada puesto de trabajo, conscientes de que nos estaban cuidando a todos.
  • Los que se emocionaban con un cuento, una frase, una idea y lo compartían con otros.
  • Los aplausos de las 8 de la noche.
  • Los abuelos que nos dejaron y los que aún nos acompañan.
  • Todos los muertos.
  • El olor a lejía.
  • Mis hijos, mi hermana y las formas que tuvimos de acortar las distancias.
  • El canción de Bongo Botrako que después de los aplausos, cada noche ponía mi vecino del 3ºB: Todos los días sale el sol, chipirón.
  • La botella de Rioja guardada que finalmente nos bebimos con Miguel.
  • El año que el día del Libro huyó de Sant Jordi.
  • Los paseadores de perros fotografiados cada día desde mi ventana.
  • El miedo a no poder respirar.
  • La vez que ‘casi’ terminé el zurcido inabarcable de la manga de un jersey.

También pienso que si después de esto, somos capaces de repensar y seguir practicando la solidaridad, haremos mejor el mundo.

Hay que intentarlo.

Y vosotros, como estais viviendo la pandemia del nuevo coronavirus? ¿Cómo pasais el confinamiento de estos días? ¿Qué le pasa por la cabeza? Nos podéis explicar vuestras vivencias y reflexiones en un correo electrónico, que podéis enviar a opinio@isabadell.cat, y valoraremos su publicación.

Foto portada: Picún, en el Librerió, hace unos años. Autor: David B. 

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